Uncharted
EE.UU., 2022, 115′
Dirigida por Ruben Fleischer
Con Tom Holland, Mark Wahlberg, Sophia Ali, Antonio Banderas, Tati Gabrielle, Steven Waddington, Patricia Meeden, Sarah Petrick, Pilou Asbæk, Pingi Moli, Tiernan Jones, Alana Boden, Rudy Pankow, Georgia Goodman, Joseph Balderrama, Manuel de Blas.
La aventura ecológica
No hay remate. Pero de alguna manera estamos volviendo a utilizar lo que hace dos décadas ya era reutilizado de lo que hace cuatro décadas era re invención y reutilización de lo que hace siete u ocho décadas era invención cinematográfica de lo que casi medio siglo antes era convicción literaria folletinesca y la lista podría seguir como el hilo de twitter sobre el padre que hace escuchar música a su hijo y obtiene la respuesta de “la música murió hace …” (si no lo conocen hagan click aquí).
La realidad es que la cultura del reciclaje le cuelga mejor a los compostadores que al cine, que de tanto reciclar material orgánico se va quedando ya no sin ideas (esa es una exigencia un poco demasiado grande, ya casi un imperativo kantiano eso de poder construir ideas), sino que también se queda sin formas. No obstante, sin ideas, sin formas nuevas, compostando todo lo que pueda de las derivaciones que el cine de aventuras, el folletín y otras artes descastadas le legaron al mundo de los videojuegos, lo de Encharted: fuera del mapa no deja de revestir un mínimo de ternura, que no condescendencia.
Apenas hace un par de décadas Fox intentaba, Michael Bay de por medio, insuflarle dióxido de carbono a un género que precisaba oxígeno (que no siempre supo tomar aire puro de cosas llenas de amor como Aguaviva, La momia, Atlantis, Hidalgo y otras varias entregas del Fox late 90s-Early 00s, mis disculpas por el anglicismo) cuando pergeñó la saga de Piratas del caribe), revalorizada por una generación como la centennial que, podemos suponer, tiene una corriente de afecto hacia aquel aparatejo no porque la primer entrega haya estado en manos del más que solvente Gore Verbinski, sino porque lisa y llanamente debe ser una conexión directa con la infancia de vaya uno a saber qué cinefilia disponible. Hoy, veinte años después, nos queda el compost. Y no de los mejores restos de fruta, de cáscaras de huevo y porquería. Pero con lo que hay Disney se conforma para pedirle por favor a una saga de videojuegos super exitosa como Uncharted y si todo sale bien, estela de estrella como la de Tom Holland, mediante, quizás los planetas se alinean y la gente disfruta el juego de revolver basura.
Contrario – pero durante un buen tramo lindante con- la la estimulante, barroca y repleta de autoconciencia La leyenda del tesoro perdido (donde ya para 2004 el género de aventuras demostraba que solo podía existir siempre y cuando girara sobre el vacío y el aprendizaje del héroe), lo de Uncharted: fuera del mapa no es ni cinefilia, ni clasicismo ni autoconciencia ni videojuego. Es, en todo caso, una invitación a la patada. A patear hacia adelante, a confiar en una aventura que nunca llega (desde hace 20 años que el género se entrega a los mayores anacronismos disponibles porque el presente carece de misterios y zonas sin descubrir), a creerle al Douglas Fairbanks de la generación de cristal (Tom Holland sabe que su presencia está en los saltos y las piruetas) y si hay búsqueda del tesoro, a creerle por un rato abrazando todos los lugares comunes disponibles del coming of age que se encuentra con la comedia burbujeante de ladrones y con un filohispanismo camp que se disfruta solo por verlo a Banderas haciendo de español que habla mal español y se quiere comer al mundo.
Del ridículo no se vuelve. Pero lo de Uncharted es mucho menos que eso. Pero como tampoco le demandamos mucho (detrás de cámara está el extraviado Ruben Fleischer, que desde Zombieland también ha perdido masa encefálico-cinéfila) podemos disfrutarla porque, como los chizitos, sabemos que no es alimento. Pero si cumple con el contrato de ese gusto que vamos a deleitar durante un rato, para qué andar resistiéndonos como condenados a comer comida orgánica de la mejor granja?
