El demonio entre nosotros

Por Santiago Gonzalez

The Ghost Within
EE.UU., 2023, 103′
Dirigida por Lawrence Fowler
Con Michaela Longden, Rebecca Phillipson, Simon Davies, Max Easton, Tom Millen, Victor Mellors, Georgina Jane, Honor Davis-Pye, Sarah Alexandra Marks, Philip Ridout, Ivy Deakin, Stewart Magrath.

Un trabajo a reglamento

Existe una idea que indica que ver una mala película sirve para entender aquello que nos gusta o no del cine, es decir, un gusto por contraste. Pero también una mala película nos sirve para darnos cuenta de las estrategias que usan los directores para lograr manipular nuestras emociones. En ese sentido este ejercicio sirve para que seamos conscientes como espectadores y sobre todo para desarrollar una mirada sobre lo que esperamos o no de una película. Expectativa y espectador se llevan de la mano.

Ahora bien…¿Y si en esas películas hubiera un aspecto acaso redimible que fuera un camino para una mejora futura? ¿Una pequeña idea, un intento de crear algo, como si ese día el director se hubiera levantado con ganas de filmar? El demonio entre nosotros, un título torpe y lineal del original The ghost within, tiene algo de eso. Por eso cuesta destruirla al paso, como runner que sale a correr y se tropieza con algún descuidado que se atraviesa.

Su director es Lawrence Fowler, que ya venía con el prontuario de haber dirigido Jack in the box. Aquella era una de esas producciones, propias de la última década, obsesionadas con crear a un nuevo villano, un ícono inmediato, como si en efecto esto fuera fácil y pudiera surgir del mero forzamiento de dos o tres variables. En El demonio entre nosotros ocurre la misma operación. A pesar de todo lo que le juega en contra, Fowler intenta, por momentos, crear algo distinto, como si fuera aprendiendo como director frente a nuestros ojos. En esa búsqueda por el diferencial hay una clave que viene por el lado presupuestario. Pero es algo más que una mera cuestión de guita de la que hablamos.

A ver: Fowler no es Mike Flanagan. Hago esta comparación porque ambos trabajan con pocos espacios y actores, pero ahí donde Flanagan construye rasgos autorales a partir de principios estables que le proveen comodidad, Fowler se conforma con las limitaciones de presupuestos más exiguos. Y que sea lo que dios quiera. A esto hay que sumarle que en su cine siempre se traza una una línea fina entre un verdadero amor por el género o si el hombre simplemente encontró un nicho en el cual poder trabajar y pagar las cuentas. Si bien las dos opciones no son excluyentes, algo de esa imperfección se vuelve pujante en sus películas, en las que el esfruerzo, el trabajo aparece prresente y excede al material en sí. 

Cuestiones mal resueltas como la iluminación y la fotografía, se mezclan con la construcción en donde predominan los terrores más elementales y físicos, por lo tanto catárticos con las resoluciones más burocráticas. En esa lucha de intereses, entre ser un autor desclasado y un trabajador a reglamento es donde se encuentra esta película sobre el verdadero terror: asustar sin hacer el menor esfuerzo o esforzarse demasiado. Fowler es un trabajador. Hay que ver si con los años termina por convertirse en el director que promete ser. 

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