Our Godfather

Por Sergio Monsalve

Our Godfather 
Reino Unido, 2019, 93′
Dirección Mark Franchetti y Andrew Meier

El mito ciego

Por Sergio Monsalve

El documental no es algo transparente. Es la no ficción, el “cinema mentiré”, en uno de sus juegos de palabras que le escuchamos al maestro Luis Ospina, un año exacto antes de morir, cuando estuvo de visita por Caracas. Luis era, en ese instante, un hombre documental por derecho propio. Para que se entienda: su vida era un documental que se rodaba en vivo, con la pena de cargar una enfermedad terminal que lo consumía como Nicholas Ray, pero que distaba de explotar como vampiro de su miseria. Al contrario, llevaba sus últimos días con dignidad, placer y gracia. Estos son los microrelatos de la intimidad que vale pena contemplar, rodar y describir. 

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Así las cosas, ocurre que el arte que dominó Ivens y Vardá me llevó a descubrir una gema llamada The Kid Stays in the Picture que dirigió Bret Morgen con Robert Evans, el productor del Hollywood dorado que se preció de descubrir a una serie de autores definitorios de las décadas del sesenta y setenta. En una de las secuencias clave del filme, el ejecutivo de la Paramount explica su razonamiento sobre el género de la mafia, alegando que aportaba películas malas porque dependían de la ejecución de insípidos artesanos irlandeses que desconocían la cultura italiana, que no sabían cocinar la pasta. 

En su lógica arbitraria, Coppola constituía un candidato ideal no tanto por sus dotes comerciales, que le eran esquivos hasta la fecha, como por su gusto por preparar las recetas de la nonna. 

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Al final la tesis del excéntrico promotor se cristalizó en El Padrino, una tragedia épica que se explayaba en los rituales costumbristas de la intimidad de la familia Corleone, con la cámara observadora de un Gordon Willis que auscultaba la realidad de una aristocracia en decadencia, bajo las sombras de un naturalismo tenebrista que gustaba rememorar la paleta de colores de Caravaggio. Desde entonces, aseguran los expertos, la mafia moldeó a Hollywood y la infección fue mutua, pues terminó afectando la manera en que los códigos secretos de la Cosa Nostra iban a develarse, masificarse y expandirse en los ochenta, hasta provocar la caída del imperio del crimen en Sicilia por su viralización mediática. 

En efecto, con los antecedentes de Mario Puzzo primero y Coppola después, la caja de Pandora de la Cosa Nostra fue abierta y popularizada, al punto que al cabo de diez años un objetor de conciencia acabaría por violar la famosa ley del Omertá en Italia, según la cual ninguno de los capos y miembros del crimen organizado pueden informar de las actividades de la mafia, so pena de cargar encima con una sentencia de pena de muerte tácita. Por eso Roberto Saviano, el autor del libro “Gomorra”,  debe ser acompañado por escoltas el resto de su vida. 

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El documental Our Godfather reconstruye, en el mismo sentido, el drama de Tomasso Buscetta, el testigo clave que utilizó la justicia internacional para condenar a más de 400 mafiosos en el equivalente del juicio de Nuremberg para la Cosa Nostra. 

El hombre se toma por un personaje multidimensional que instrumentaliza el poder en su guerra contra el hampa, que desea volver a una normalidad de andar por casa que se le escapa, que genera la disolución de su familia de sangre y de su familia adoptiva, por la inercia de sus declaraciones.

Las confesiones indican que la droga inoculó el germen de la destrucción en la mafia for export. Esposa, hijos y amigos exploran los espirales de muerte del protagonista, razonando en primeros planos el destino maldito de un ser humano, de un posible ícono de la desgracia y la corrupción contemporánea. 

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Ha sido más que una coincidencia encontrarse con Our Godfather al tiempo que contemplamos el estreno de Diego Maradona, el documental found footage que el creador de Amy diseñó en postproducción, logrando gambetear y eludir la sentencia fácil con que se despachan los asuntos humanos que se engloban en la figura del pibe de oro; el diez, que hizo crack de su propia existencia, por las influencias de los barones de la coca a los que permitió que lo sedujeran y lo derrumbaran, en algo que se antoja como un autosacrilegio, como un suerte de suicidio ético y estético, como una jugada peligrosa que le costó la carrera delante de la otra mafia, la de la FIFA, que nunca le perdonó sus gestas y pecados de antihéroe. 

Como sea, el cine nos ha desplegado el menú de nuestros padrinos, para que los estudiemos, analicemos y concienticemos en lugar de mitificarlos ciegamente, que es lo que espera la demagogia y la política en estado de toxicidad, de posverdad que llaman hoy.  

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