Palmer

Por Gabriel Santiago Suede

EE.UU., 2021, 110′
Dirigida por Fisher Stevens
Con Justin Timberlake, Juno Temple, Alisha Wainwright, June Squibb, Dean Winters, Wynn Everett, Jesse C. Boyd, Ryder Allen

Aromas de un mundo fenecido

No sé cuánto asidero debamos darle a los rumores que indican que alguna vez este proyecto perteneció a la factoría Malpaso. No sé cuánto debamos creerle a quienes dicen que alguna vez este proyecto fue pensado para ser protagonizado por Hugh Jackman y por Abigail Breslin hace más de una década y media. Lo curioso es que si los rumores fueran ciertos (algo ciertamente incomprobable en el presente de fake news y de circulación de noticias de distinta índole) o no, poco importaría, porque, en todo caso, lo más importante siempre habría sido el verosímil. Y si algo hace de esos rumores que los consideremos posibles es porque intuímos un clima, un tono, un aroma detrás de esas elecciones actorales y esa producción aunque en esta versión de 2021 los actores sean otros, la producción sea otra y la dirección haya quedado en manos de un artesano competente. Quizás no nos importe demasiado la marca autoral de un director, de un actor o de un productor, o siquiera de un guionista, porque lo que narra Palmer no deja de ser una pequeña victoria del verosímil, de la suspensión de la incredulidad por sobre cualquier forma de demanda de credibilidad para el presente.

Quizás la película no pertenezca a este tiempo porque con su mirada sobre el mundo no nos resulta asimilable a las maneras del cine actual. Anclada entre el melodrama doméstico y el telefilm en tono lastimoso, lo mejor que tiene para entregar Palmer, amen de su clasicismo de gestos mínimos y su sequedad emocional (excepto por un par de escenas desechables y fuera de contexto), es el puñado de personajes que construyen su centro. Los mismos son hijos de una ética del cuidado mutuo en el marco de la familia (discurso que no tiene la mejor prensa posible en el presente, para ser sinceros), institución vieja y desvencijada pero que en la película funciona como mecanismo para integrar a personas abandonadas (por otros, por si mismos). Los personajes no son meros instrumentos de una idea que los excede, como suele suceder con el llamado cine de tesis.

No. En Palmer nada de lo que sucede parte de otra cosa que no sean ellos mismos, con todas sus limitaciones a cuestas. Por eso les creeemos. Por eso la creemos a la película una narración imposible en la que Palmer, un ex-convicto sale de prisión, retorna a la casa de su abuela -quien vive en un pueblo pequeño en el que no pasa nada de nada-, una mujer extremadamente religiosa que cada tanto cuida al hijo de su vecina, una prostituta y drogadicta local que tiende a abandonar a su niño, no mayor a 6 años. En medio de todo esto la matriarca muere y el mencionado Palmer debe hacerse cargo de criar al niño y acompañarlo en su proceso de elección de identidad de género (acaso el anclaje al presente más claro que plantea la película es ese). Si a uds. lectores los espanta este resumen de apanas parte del plot de la película es porque, justamente, están pensándola desde el armado de su trama y desde su inscripción genérica. Por eso estamos ante una victoria del verosímil (recordemos: diégesis no es imitación, es creación de un mundo con posibilidades propias de existencia al que le podamos creer), porque solo con sus personajes, dotados de una vitalidad y una transparencia a prueba de balas es sustentable esta película.

Hay algo de Bogdanovich aquí? Si. Hay algo de Eastwood aquí? También? Hay algo de los perdedores del cine de John Huston? Sin dudas. Todo lo que rodea a Palmer son aromas que reconocemos de otras épocas. Pero no estamos ante un artefacto retro. Bajo ningún punto de vista. Estamos ante la invocación de una ética y una manera de creer en las imágenes que casi no tiene anclaje en el día de hoy, exceptuando a los viejos maestros nonagenarios, claro. Por eso la mera existencia de Palmer, incluso con sus errores y patinadas, es un milagro secreto, extrañamente disponible en Apple +.

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