Priscilla

Por Federico Karstulovich

EE.UU.-Italia, 2023, 113′
Dirigida por Sofia Coppola.
Con Cailee Spaeny, Jacob Elordi, Dagmara Dominczyk, Ari Cohen, Tim Post y Emily Mitchell.

El eclipse

¿Supo Sofía Coppola construir una voz personal a lo largo de su carrera? La identidad tiene (todavía) muy buena prensa, por eso no podemos prescindir de antiguallas como la categoría de cine de autor. Como si se tratara del juego del espejo, Sofía se busca a si misma (como autora, como persona no me interesa en lo más mínimo) en casi todas sus películas, de uno u otro modo. No se trata de una terapia personal, sino de un cine terapia-autoral, en donde todo el tiempo (ya sea fantaseando o fabulando sobre su propia figura pensada indirectamente sobre los alteregos elegidos) SC se pregunta con fuerza “¿Lo estare haciendo realmente bien?”. Su cine es un cine de dubitaciones, incluso pareciendo lo contrario. No hay un salto al vacío ni una firmeza emersoniana de quien cree en sus propias posiblidades. En el cine de SC todo el tiempo los pasos son temblorosos. Y si pasa, pasa. Es el síndrome del impostor, que no es privativo de su lugar como artista (mas bien lo contrario).

En su tarea de autoafirmación autoral, en su tarea de convencimiento de que ella puede, Sofía sale de caza (de la casa imaginaria y personal nunca), si, pero lo hace a un territorio cerrado, que es una zona de confort. El coto de caza de SC sigue siendo su imaginario personal en torno a su obra y posibilidades (por el contrario otros directores y directoras supieron descubrir que el cerebro la cárcel mas perfecta y perversa, entonces escaparon y probaron las mieles del exterior). De ahí que para Sofía (que no es Coppola, y lo bien que le haría a su obra alejarse de los autorismos de papá) el universo personal sigue siendo la perorata del “mundo femenino”, del “mundo sensorial y microscópico”, del mundo de “la fragilidad de quienes no tienen voz” y así. Hay algo de verdadero y falso en esa afirmación. Lo verdadero parte de que esas categorías insultantes aplicadas desde el cretácico para definir a las directoras, en efecto, son tópicos presentes en el cine de SC. Lo falso de esa frase es que su cine bien dista de ser esa suma de lugares comunes, es decir, por espasmos, cuando los lugares comunes de la crítca reseñera no se entera, Sofi sale de caza y de casa. Pero sobre todo sale del coto (aunque en el supermercado de los tópicos su cine no tenga mucha variedad de góndolas).

El cine de SC puede ser excelente cuando confía en las relaciones interpersonales, en la complejidad vincular, en los intersticios en donde los maniqueísmos de desarman uno por uno. Ahí, en lo vincular, en lo colectivo (aunque sean colectivos mínimos), su cine puede ser expansivo, emocionante, doloroso. El problema es cuando Sofía no se propone entender las relaciones interpersonales y fuerza al conjunto a ser observado desde el prisma de uno de sus individuos (y si es mujer, en singular o plural, mejor). Cuando SC hace eso, su cine vuelve a la zona de confort y la discursividad se resuelve y se dispone en alegorías visuales o en metáforas circunstanciales. En Priscilla no hay novedad en lo que a esto respecta: tenemos un vínculo enrevesado y raro, que pedía un lugar para vivir entre las imágenes. Pero SC atenta contra esa posibilidad a cambio de una continuidad tranquilizadora, que es la que provee la mirada pequeña, el mundo de su protagonista, ostensiblemente silenciada por el eclipse ejercido por parte del insufrible Presley, a quien la película trata con particular ambivalencia.

Como en películas recientes como The Post, Historia de un matrimonio, Mujercitas o Capitana Marvel, buena parte del mainstream comenzó a hacer, hace mas de un lustro, lo que el cine independiente venía narrando con cierto grado de asiduidad: narra la historia del descubrimiento de la propia voz, de la propia identidad. La paradoja autoral de SC es que, enfrascada en ese mismo tópico revisado por arriba, por debajo, lateralmente, no hace otra cosa que obliterar sus propias posibilidades, es decir, la potencia de su voz fuera de la carcasa autoral. Quizás por eso cada vez que estrena una película se activa un eclipse: la obra tapando a las películas. Sofía tendrá obra, pero cada vez más lejos del cine, el lugar que le dio la posiblidad de explorar su voz como ningún otro.

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