The ritual

Por Santiago Gonzalez

Reino Unido, 2017, 94′
Dirigida por David Bruckner
Con Rafe SpallRob James-CollierSam TroughtonArsher AliJacob James BeswickPaul ReidKerri McLeanPeter Liddell

Volver a las bases

Me acerque a The ritual con escepticismo. En parte porque al estar involucrado Netflix, (aunque no se tratara de una producción suya) la desconfianza se me instala, en parte porque desconocía la existencia del libro de Adam Deville en el que se basa esta película. Pero principalmente porque el antecedente de su director David Bruckner era un segmento flojo de esa cosa fea que es V.H.S (2012), que inauguró una saga con una entrega peor que la otra. Tampoco ayudaba que muchas críticas la relacionaran con The witch (2015) como si fuera el único antecedente a la hora de hablar del folk horror, subgénero que tiene muchas películas más interesantes y valiosas que la propuesta de Robert Egger. Pero bueno, en todo caso eso tiene que ver más con problemas de la nueva critica que simplifica una tradición en exponentes recientes y “tolerables” (el famoso terror arthouse para quienes “no gustan del cine de terror”). Se sumaba al rechazo la presencia de Andy Serkis, quien oficia acá como productor ejecutivo. Pero sobre su desempeño actoral me resguardo de hablar porque nos va a sacar de tema. 

Volvamos a The Ritual. En una época en donde el cine de terror pasa por negar el entretenimiento y rechazar el miedo, dos de los grandes orígenes catárticos del género, Bruckner apuesta por una simple historia de terror -con algunos errores, si- que nos sirve para recordar que ante todo hay que asustar en vez de dejar todo a la libre interpretación del espectador, mecanismo que supone, también, una inevitable cobardía, una comodidad solapada. Digo esto nuevamente por la comparación con la película de Egger, porque más allá de pertenecer al mismo subgénero son completamente diferentes. Las pretensiones de Bruckner son más humildes por decirlo de alguna manera, solo quiere narrar un cuentito de terror de corte clásico, mientras que Egger prefiere pintar un retrato de familia y su contexto. A lo sumo se podría mencionar que en ambas películas hay un conflicto debido a la muerte de un personaje, pero, nuevamente, ambas producciones van por caminos separados.

La propuesta de Bruckner prescinde de los falsos símbolos que pululan y se hacen carne en ese terror degradado que supone el mencionado terror arty. Aquí los signos y los símbolos no son equívocos, son pistas (como la tradición clásica siempre llevó adelante) con las que los espectadores podemos trabajar. No pasa mucho tiempo y ya sabemos cómo es cada personaje y qué función cumplen. También sabemos que hay varios signos de peligro que ellos desconocen o prefieren no ver. 

Las escenas de terror, a su vez, no derivan de la crueldad y la sorpresa, sino que son producto de una instalación minuciosa. Muchas de ellas están muy logradas, muchas ocurren a plena luz del día (si, lectores: Midsommar no inventó nada). En muchas el director juega con la idea de que hay algo escondido viendo a los personajes y al no poder darle forma a aquella criatura la imaginación termina volando, aunque no siempre funcione bien el recurso. En este punto, si hay dos cosas que se le pueden criticar a The ritual es que al final termina mostrando al bicho. Una decisión incomprensible teniendo en cuenta lo bien que lo venía haciendo Bruckner en obliterarlo. En ese sentido termina negando la ley máxima del terror, esa que dice que al mostrar al monstruo siempre va a salir pediendo respecto de la versión que el espectador había construido en su cabeza previamente. 

Pero no es el único problema: Bruckner (que tiene serios problemas para resolver sus películas, como lo demuestra la recente La casa oscura) cae en la tentación de rehacer la escena que dispara el conflicto del protagonista en momentos en que no debería. Ese cambio de ritmo y ese inconveniente a la hora de administrar la información atenta contra el clima aterrador y boicotea el componente más material y catártico que hacía de The Ritual una ópera prima interesante: narrar sumida en la tradición de un género haciendo de cuenta que el pasado no existe. Narrar como si fuera la primera vez. Se trata de una verdadera lástima, porque quitando los inconvenientes mencionados -sospecho que derivados de presiones por parte de los productores o inexperiencia por parte de su director debutante- nos encontramos con una opera prima interesante dentro del folk horror, un subgénero que todavía tiene mucho para entregar…siempre y cuando su explotación no sea una excusa para degradar a un género haciéndolo tolerable para un consumo masivo.

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