The way back

Por Rodrigo Martín Seijas

EE.UU., 2020, 108′
Dirigida por Gavin O’Connor
Con Ben Affleck,  Sal Velez Jr.,  Hayes MacArthur,  Janina Gavankar,  Rachael Carpani, Jay Abdo,  T.K. Carter,  Lukas Gage,  Al Madrigal,  Marlene Forte,  Yeniffer Behrens, Chris Bruno,  Caleb Thomas,  Abraham D. Juste,  Edelyn Okano,  Cynthia Rose Hall, Jeremy Radin,  Chad Mountain,  Nico David,  Shay Roundtree,  Dan Gruenberg, Justice Alan,  Fernando Luis Vega,  Chieko Hidaka,  Alfredo Tavares,  Ryan Wicks, Christine Horn,  Melvin Gregg,  Jayne Taini,  Emelia Golfieri,  Will Ropp,  Troy Brookins, Josh Latzer,  Tom Archdeacon,  Mike G.,  Carly Schneider,  Christina Sergoyan, Az Rudman,  Craig Reed,  Ben Irving,  R.J. Asher,  Matthew Parry-Jones, Manny Streetz,  Regan Talleh,  Layla Golfieri

Redundancias

Hay en la carrera de Gavin O´Connor una constante tensión. En particular entre el drama intimista más crudo y los paraguas genéricos. Esa tensión no termina de resolverse y esto termina siendo acaso una marca autoral. Si su trayectoria ha sabido abarcar la road movie (Huyendo del pasado), el policial (Código de familia y El contador) y hasta el western (Jane got a gun), Milagro y especialmente La última pelea –por lejos su film más logrado- han mostrado que es el género deportivo el que mejor le sienta. Por eso The way back generaba expectativas, ya que encima se agregaba el protagónico de Ben Affleck, un actor que últimamente ha encontrado el tono adecuado para exponer dilemas personales indefiniendo los límites entre uno y otro lado de la pantalla.. 

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Pero lo cierto es que The way back queda bastante lejos de lo esperado, incluso aunque no sea una mala película. Es cierto que había algunos peligros latentes en esta historia centrada en Jack Cunningham (Affleck), quien supo ser una gran promesa del basquet pero cuya actualidad lo encuentra sumido en el alcoholismo como única forma para lidiar con las pérdidas y fracasos que arrastra, hasta que encuentra una chance de redención cuando le proponen dirigir al equipo de la escuela donde se formó. Sin embargo, también es innegable que el terreno de lo deportivo, con sus competencias apasionantes, sus evoluciones individuales y grupales, además de sus instancias de todo o nada, suelen funcionar como vehículos perfectos para las evoluciones de esos personajes que parecen hundidos en el barro. 

Durante buena parte del metraje, O´Connor entiende lo anteriormente mencionado casi a la perfección, construyendo el conflicto de su protagonista con un par de trazos: el cuerpo macizo pero castigado de Jack (bien Affleck, recuperando la memoria actoral de lo que alguna vez supo hacer) refleja todas las heridas no dichas pero visibles que lo aquejan, lo mismo que su comportamiento entre errático y auto-flagelante. Lo mismo sucede cuando va delineando el camino por el cual va saliendo de su pozo anímico a partir de su desempeño como entrenador y formador de un grupo de jóvenes que a priori se muestra como un conjunto de perdedores totales. De ahí que la primera hora de The way back sea precisa en su narración, equilibrada en cómo trabaja su veta más dramática y sumamente dinámica a la hora de transitar lo deportivo. Al final de cuentas es un género que logra entrelazar lo personal y lo colectivo (aunque no siempre) en el marco de la superación y la redención.

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Pero quizás el gran inconveniente de The way back sea que agote ese camino de caída y redención antes de tiempo. O que al menos se convenza a sí misma de haberlo hecho. Y es por eso que en su última media hora pretende trabajar en la recaída del protagonista, pero lo único que hace es redundar en cuestiones ya establecidas y narradas previamente. Para peor, en el medio disuelve toda la trama deportiva –que es resuelta a las apuradas- y con ella buena parte del microcosmos que había sabido construir alrededor del personaje principal. De ahí que los últimos minutos, que en este tipo de relatos suelen ser los más apasionantes y hasta conmovedores, terminen siendo casi intrascendentes, precisamente porque lo colectivo y lo individual se desgarran y la emoción se disipa. 

Si el género deportivo suele ser en el arte cinematográfico un territorio donde lo lúdico se fusiona con lo dramático, en un permanente mecanismo de retroalimentación para delinear personajes, acciones y conflictos, The way back cumple con ese proceso solo a medias. Esta vez, O´Connor se deja llevar por los subrayados y, aunque evita que la narración descarrile ni se convierta en un material excesivo, no puede mantener la potencia que había insinuado inicialmente, justamente por su redundancia. En definitiva, lo que queda, es una película a mitad de camino y estancado en lo irresoluto. Una pequeña decepción, aún con sus méritos, con un realizador al que aún le falta afinar algunas herramientas. Habrá que pensar entonces si la redundancia no hace otra cosa mas que violar a la vieja y querida confianza del clasicismo en las imágenes y en sus personajes. En esa dirección, en la de recuperar la épica de una pequeña victoria personal y colectiva, es en donde la película se extravía. Y es el camino del cual no debió haberse apartado.

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