Viernes Negro

Por Santiago Gonzalez

Thanksgiving
EE.UU., 2023, 116′
Dirigida por Eli Roth
Con Patrick Dempsey, Addison Rae, Milo Manheim, Jalen Brooks Thomas, Nell Verlaque, Rick Hoffman, Gina Gershon.

Un artesano competente

Jeckyll/Hyde. Desde su ópera prima Cabin Fever (2002) y sobre todo con Hostel (2005) y Hostel II (2007) el director Eli Roth ha demostrado sistemáticamente un par de cosas que a primera vista podrían confundirse con una perspectiva autoral (aunque en el fondo Roth está bien lejos de ser un autor, como le gusta pensar a muchos críticos que confunden autoría con tics repetidos). Una es que a Roth le gusta el humor irresponsable y adolescente -como buen hijo de la generación de El último americano virgen (Boaz Davidson, 1982) y Porkys (Bob Clark, 1983), eminentes ejemplos de la raunchy comedy de los 80s, la comedia calenturienta de adolescentes, un explotation tardío-. La otra es que en Roth hay un historiador del género de terror. No solo por los documentales dedicados al género en los que participó, sino también porque sus películas lo demuestran expresamente a partir de ciertos detalles o referencias casi arqueológicas, como si fuera un desafío a la cinefilia freak. El problema es que más que historiador, Roth es una suerte de asistente de mago: entiende las estructuras, los giros de tuerca, los artificios formales, pero no siempre es capaz de hacer el truco correctamente. 

Coherencia. Pero como en toda tensión creativa, hay una diferencia, un hiato que separa saber de poder. Ahí es donde la coherencia viene con la perspectiva autoral. Un ejemplo de ese choque en la obra de Roth aparece con Green Inferno (2013), que sigue a rajatabla los mondos (falsos documentales de caníbales) italianos de los 70s, pero que después se degenera en una sucesión de chistes que, a primera vista parecían funcionar como un mero juego, pero en el fondo estaban ahí para contradecir la ferocidad del comienzo de aquella película. La operación contraria pasaba con Hostel II, tal vez porque al acercarse al subgénero slasher Roth se sentía más cómodo, ya que es un género que conoce a la perfección. Ese conocimiento, por tanto, le brinda una libertad necesaria para trabajar dentro de su estructura. En definitiva, sólo la coherencia y la consistencia de trabajar en una dirección, con un tono más definido y menos ambiguo es lo que le da estabilidad a Roth. Pero quizás al mismo tiempo que lo “profesionaliza”, le saca riesgo. Veremos que este problema va a volver más adelante.

Grindhouse. Si algo se ha hecho al escribir sobre Viernes Negro (Thanksgiving en el original) es perder tiempo y caracteres hablando del proyecto Grindhouse de double feature al estilo de los viejos exploitation que llevaron adelante Rodriguez-Tarantino en 2007, que entre ambas películas presentaba trailers falsos de películas que jamás verían la luz (pero que en efecto si sucedió con algunas de ellas, de la mano de Rodriguez, Roth y Rob Zombie). Lo que si voy a decir es que uno de esos tráilers presentaba un homenaje al cine slasher y al giallo de los setenta y ochenta. Y aquella referencia era una verdadera salvajada que buscaba interpelar al espectador de 2007 a partir de la pregunta: ¿Podría generarse artificialmente el mismo efecto en 2007 -con un espectador nuevo- que en los espectadores de las exploitation originales de los 70s/80s a las que el proyecto original aludía? Esa pregunta larga la responde Roth 16 años después (o al menos responde a su propio trailer falso así como Rodríguez respondió con su versión en largometraje de Machete, allá por 2010). 

Barajar y dar de vuelta. Si hablábamos de preguntas y respuestas, esta nueva versión de Thanksgiving es algo más que una mera ampliación de un tráiler. Es más bien una evolución que se prolonga en el tiempo, más allá de los 80s y su imaginario, al que aludía el trailer. En Viernes Negro se incorporan también las variaciones del neo-slasher de los 90s y 2000s. Es justamente por ese motivo que no queda nada de aquella puesta en escena sucia, fea, incómoda, que además llevaba la representación de algunas imágenes al extremo de la irresponsabilidad y la incorrección (asesinatos en medio de una felación, un cuchillo que entra en la parte íntima de una gimnasta, un banquete final con cuerpo humano y necrofilia, que apenas se distingue si pausamos el trailer en un microsegundo ante del final y nos quedamos en shock). Nada de eso hay en esta película. Lo que nos trae a un punto que dijimos previamente: el abandono del salvajismo a cambio de la “profesionalización”. Es por eso que si en algo falla Viernes negro es justamente al tener que referenciarse (incorrectamente) con aquel tráiler (de 2007), pero con una mirada mucho más seria, menos irresponsable, y acaso más políticamente correcta en su salvajismo. El resultado, imaginarán, es decepcionante. 

El hombre invisible. Pero Viernes Negro también presenta dos novedades en Roth. La primera es que el paso del tiempo lo volvió más sabio, lo dotó de una mayor tranquilidad (sin la sensación de tener que demostrarle nada a nadie. Y por ende se convirtió en un gran narrador clásico. La segunda viene a colación de la primera, como producto de una amputación, una pequeña gran castración de uno de los aspectos que le daba identidad a su cine: el humor incorrecto e irresponsable, que en Viernes negro aparece a cuentagotas y controladísimo. Con Viernes Negro, Roth sintetiza varias cosas: trabaja con un género conservador pero subversivo a la vez como el slasher. Y el resultado de eso no entrega un film de autor, como mucho del peor terror contemporáneo, sino una película de un artesano competente. Ese corrimiento del centro de las películas (explíquenle eso a Ti West) es una bienvenida novedad del abandono del autoritarismo. Ser un director bueno, componente y, al final de cuentas, hacer películas.

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