1982

Por Ludmila Ferreri

Argentina, 2019, 91′
Dirigida por Lucas Gallo

El silencio es salud (*)

1982  forma parte de la nueva moda de revisar los 80s en Argentina. Pero el modo en el que lo hace esta película difiere de las estrategias a las que nos hemos habituado a la hora de recomponer las imágenes del pasado. En el film de Lucas Gallo no está esa tendencia (por momentos irritante) a certificar el discurso visual con el auditivo por medio de una voz over que suture los hiatos. No: la película confía plenamente en la imagen y el sonido del material encontrado, perteneciente a la televisación de ATC (el canal estatal de Argentina, hoy mejor conocida como TVP o Televisión Pública) durante el período del conflicto bélico de las Malvinas. Es cierto que nada de lo que muestra 1982 resulta, al menos a primera vista, particularmente arriesgado al día de hoy, ya que la exhibición de atrocidades naturalizadoras de la violencia son, hoy por hoy, motivo de repudio casi unánime. Pero su operatoria es sutil y potente, por eso a primera vista no se reconoce. O bien si se reconoce puede confundirse.

Pero pensemos un poco en las decisiones que se ponen en juego en la narrativa de la película y, luego si, constatemos si sólo habla del par de meses de delirio colectivo que duró la imbecilidad de la guerra de Malvinas. 1982, detrás de la simulación invisible de un “continuado” de noticias de la época (de hecho el montaje interviene al material original para que parezca efectivamente el producto de una transmisión televisiva) no dialoga con el presente? Yo creo que detrás de las imágenes pestilentes de la celebración militar con las que la película de Gallo nos asusta hay, también, un mensaje oculto. Ese mensaje indica una sutil carga política orientada a los modos en los que la propaganda oficial construye la autocelebración por la vía informativa. Y no, la película no se concentra en esa monserga reaccionaria de “el rol distorsivo que los medios hacen de la realidad” y las estupideces de la teoría de la aguja hipodérmica (teoría ingresada en desuso hace décadas pero recuperada por las peores formas del populismo que nos rodea diariamente). No: lo más interesante del discurso de 1982 es su capacidad de concentrarse en el específico caso de la construcción de los discursos oficiales.

Entonces la pregunta es bien definida: de qué modo interpela al presente? Lo hace cuando reverbera en lo que muchos de nosotros definimos como “malvinización” de un determinado hecho con potencia para la opinión pública. La “malvinización” no es otra cosa que la descripción crítica que alude al uso político homogeneizador del discurso social. De hecho, ese ejercicio de la mirada se extiende desde 1982 e ilumina experiencias posteriores. Básicamente lo logra porque detrás de la denuncia a esa violencia que implica la instalación de un discurso totalizante es en donde quizás haya que buscar los mayores logros de la película: no en la tranquilidad moral de la denuncia tardía (creo que es una minoría infinitesimal la que no piensa que la dictadura de 1976-1983 fue un hecho atroz y sus responsables fueron asesinos), sino en la posibilidad latente de la interpelación al presente, en el que, dicho sea de paso, las cuarentenas y la pandemia han traído a nuestra memoria la nefasta experiencia del autoritarismo disfrazado de unidad.

En alguna medida, por lo tanto, la naturalización de los discursos uniformes, la reproducción de los lugares comunes ideológicos que anulan cualquier disenso, pero fundamentalmente, en el reconocimiento de las maneras autoritarias solapadas debajo de la presunción del cuidado común, es donde 1982 se vuelve más presente y política que nunca. Por eso es, a su medida, una de las películas más necesarias para entender al monstruo argentino que, cada tantos años, vuelve con cara cambiada, pero en el fondo no deja de expresar ese inclaudicable amor por los totalitarismos de diversa índole, con una u otra máscara. Como en los años de los milicos, solo en los contextos totalitarios el silencio es salud. Ud saquen sus propias conclusiones.

(*) Una versión breve de esta crítica fue publicada en Perro Blanco en el marco del festival de Mar del Plata, Noviembre 2020

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