Bellas Artes

Por Luciano Salgado

España-Argentina, 2024, 6 episodios de 30′ aprox.
Creada por Mariano Cohn, Gastón Duprat y Andrés Duprat.
Con Oscar Martínez, Antonio Dumas, Aixa Villagrán, Koldo Olabarri, Miguel Garcés y Mikel Laskurain, José Sacristán, Dani Rovira, Ana Wagener, Vera Fogwill y Angela Molina.

Entrar al mercado

La idea de meterse con un mundo atravesado por la superficialidad, la performatvidad social y las poses como marca distintiva hace, a esta altura, una suerte de marca de autor de Cohn-Duprat, incluso cuando no se trate del único universo con el que se meten. El problema es que, a los efectos prácticos, nada de lo que dicen aquí es, a esta altura, ni nuevo ni desafiante. Es, podríamos decir, un programa cómodo, incluso cuando buena parte de lo que sostiene su personaje es en efecto cierto (lo que genera una catarsis instantánea porque es el salvoconducto para decir barbaridades varias sobre la corrección política imperante que sino sería imposible de decir sin ser señalados como reaccionarios).

Bellas Artes tiene varios objetivos como parte de su plan. El primero de ellos es obvio y fácil, que resulta meterse con la institución del arte y sus estupideces, representadas en los museos, artistas, curadores y personajes que circulan por ese universo. El segundo es un poco más riesgoso, y es el que mejor funciona en boca de su protagonista. En ese objetivo está la corrección política que se está llevando puestas, incluso, las tradiciones que alguna vez fueron motivo de admiración y que hoy aparecen canceladas. En ese sentido y apuntando a esa perspectiva, la serie encuentra sus mejores momentos (pero al repetirlos también los automatiza). No obstante hay un tercer objetivo, que es una de las flaquezas mas evidentes del cine y la tv hecha por Cohn-Duprat. Y pasa por la manera con la que tratan a sus protagonistas en su vida privada (en particular los ejemplos más claramente misantrópicos). En general se trata de observaciones que, contrarias a dejarlos en libertad, los comprimen porque los juzgan moralmente. No se permiten dejarlos ser y permitir nuestra admiración o desprecio (de hecho cada vez que los queremos despreciar C/D buscan algún aspecto que los redima y cada vez que los admiramos C/D buscan algún aspecto que los condene).

Si ponemos atención a la operatoria, Bellas Artes parece concebirse a sí misma como un aparato de choque que en el fondo no es tal, porque hace todas las piruetas discursivas disponibles como para que la incomodidad nunca llegue. Es raro, entonces, porque se convierte en un objeto más de ese mundo que intenta retratar: un mundo que puede llegar a incomodar pero en el fondo se vuelve parte del paisaje. Quizás fue siempre el objetivo de C/D: no hacer películas/series amargas (como la hermosa y notable Querida salí a comprar cigarrillos y vuelvo), sino artefactos de consumo que los inserten en un mercado cínico y circulatorio, si, pero que autorregula sus propias críticas.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter