Guerra civil

Por Gabriel Santiago Suede

Civil War
Estados Unidos-Reino Unido, 2024. 109′
Dirigida por Alex Garland
Con Kirsten Dunst, Cailee Spaeny, Wagner Moura, Stephen McKinley Henderson, Sonoya Mizuno, Nick Offerman y Jesse Plemons.

In-dig-na-dí-si-mo

En 1997, casi sin pena ni gloria, por el solo hecho de tratarse de un telefilm (hoy por hoy un formato en desuso pero que supo tener su época de gloria entre los 60s y los 80s), Joe Dante dirigió (como en la mayor parte de su carrera) una notable sátira llamada La segunda guerra civil (en el nombre de la película tienen el link que los lleva a la misma, pero sin subtítulos, de nada), que varios años después fue revalorizada. Lo comento porque esa gran película (y no la pavada de Barry Levinson, Wag the dog, también del mismo año) también tiene una guerra civil en su interior, una crítica a los medios de comunicación y una puesta en evidencia de los peligros del populismo. Pero la curiosidad es que toma la base del telefilm para hacer cine, es decir, para alejarse del panfleto indignado del informe televisivo y asomarse, por el contrario, a una zona de grises en donde nadie gana y casi todos pierden.

Guerra civil, en cambio, es una película ostensiblemente mas cara (con costos actualizados, desde ya) que aquella de Joe Dante. Está pensada para cine, pero está filmada y pensada con una mentalidad de informe televisivo. No solo por su cobardía audiovisual (parece arriesgada por mostrar cuerpos apilados en fosas comunes, pero en el fondo se trata de decisiones faroleras laterales, con el tono de falsa humildad como de aquel que dice “mirá toda la guita que me dieron y yo en cambio soy interesante y me la gasto en otros lados, para que se note que soy un tipo sofisticado y no un director amarillista”), sino por su denodada necesidad de subrrayar lo evidente, lo obvio. Esto último es, acaso, una marca de fábrica del director.

Guerra Civil cuenta la historia de periodistas comprometidos que intentan registrar las confrontaciones entre un conjunto de estados que se han anexado del estado nación de los EE.UU. porque han decidido desconocer a un presidente que ha ingresado en un espiral fascista de reeleciones varias y de suspensiones de organismos institucionales propios del estado de derecho (valga esta nota al pie: qué haría un tipo como Garland en Latinoamérica con sus múltiples populismos por izquierda y derecha, con tipos que han decidido encarnar al estado sobre su persona? Posiblemente nada, porque Estados Unidos debe ser un lugar peor a, digamos, la Venezuela de Maduro, pero dale que va). Sobre esa premisa elemental y sobre la posibilidad excepcional de que dos de los reporteros (uno gráfico, la otra fotógrafa) puedan realizar una entrevista al presidente-tirano, lo que narra Guerra Civil es una road movie con un viaje de autoconciencia, donde los reporteros pierden la cabeza, o bien rechazan su profesión…o bien la descubren.

El problema es que Garland no sabe muy bien qué hacer con todo lo anterior. Por ese mismo motivo (y porque no nos permite conectar demasiado con sus personajes un tanto desagradables), la película apenas puede sostenerse sobre eso que Sontag definió alguna vez como el imaginario del desastre. Ahí (y no en el dramita de cuarto orden sobre periodistas con culpa) es donde hay que buscar los mejores momentos de Guerra Civil. Cuando las palabras no sirven, cuando las imágenes construyen con nervio un estado crispado de situación, pero cuando lo hacen sin voluntad de explicarnos mucho. Ahí si hay una película (no casualmente ahí es cuando abre el plano), ahí si hay un mundo. Pero Garland estaba demasiado ocupado indignándose con los votantes de Trump. La ficción, vista de esta manera, es un triste remedo de una realidad más compleja e interesante, donde la indignación es un sentimiento infantil y pasajero, menor y pueril. Acaso como esta película.

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