Liberami
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Liberami

Lo que en realidad muestra Liberami es la indefensión. No es otra cosa lo que vemos en los primeros planos del rostro grave de una adolescente mientras (no) escucha las quejas de su padre para con su conducta o en el plano cerrado de un joven entrando a una oscura discoteca para comprar cocaína y luego tomarse un par de pases en el descanso de una escalera o en el plano abierto de una mujer atravesando la empedrada calle desierta en medio de la bruma para dirigirse hacia algún lugar que desconocemos. Todas estas frágiles criaturas inmersas en un sistema social -por lo tanto familiar, por lo tanto individual- en el cual no tienen cabida han pasado por instancias tan disímiles como pueden serlo variopintos grupos de ayuda e instituciones de contención, psiquiatras y psicoanalistas, médicos holísticos y gurúes new age, procurando reconciliarse con sus afectos y con ellos mismos.

Beirut
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Beirut

Hay dos elementos que son centrales para entender la propuesta de Beirut: en primera instancia, que a pesar de transcurrir durante los setenta y ochenta, con la Guerra Civil Libanesa como telón de fondo, podría haber estado situada en cualquier otro tiempo y lugar, sin haber hecho mucha diferencia; y en segunda, que su foco no pasa tanto por un análisis histórico y socio-político, sino por la narración de conflictos personales. Por eso no son tan determinantes como podrían pensarse las figuras del director Brad Anderson (un realizador que suele moverse por distintos géneros pero casi siempre de forma impersonal) e incluso la del guionista y productor Tony Gilroy (uno de los responsables de la saga Bourne), sino la del protagonista Jon Hamm, cuyo carisma y trayectoria cinematográfica parece hecha a medida del relato. O al revés: podemos ver una película que pone su estructura al servicio de un actor con estirpe clásica.

El Azote
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El azote

El Azote no carece de golpes bajos, pero tampoco se regodea en ellos, ni parte del morbo explotation como mecanismo de base. En todo caso muestra una realidad sin efectos especiales, sin esconder el artificio que simboliza la ficcionalización de esa realidad. Y si birn como guionista no evade algunos lugares comunes y clichés, nunca cae en estereotipos. Por eso en su cine nunca veremos una pornografía de la miseria, sino una transparencia justificada sobre la voluntad de descripción del mundo narrado. En ese riesgo reside también la evolución de su propio cine.

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