Mucho más existencial y atrapante que la primera temporada, en esta segunda, se manifiestan expresamente los atisbos de cierta corrección política integradas a las necesidades de la narración: los personajes femeninos toman realmente el mando, y los masculinos se encuentran perdidos, ya sea con sus lapsus mentales -el Bernard de Jeffrey Wright- o el “hombre de negro” -notable Ed Harris-, ya sea con la búsqueda de nuevas emociones. Y mientras algunos buscan una forma de salir del parque y poner todo bajo control, otros redescubren estar presos de su propia mente y de los crímenes que han cometido en el pasado, en el mundo real.