Dossier #Contralacorrecciónpolítica (I)
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Dossier #ContraLaCorrecciónPolítica (I)

El avance de la ciencia aplicada a la industria de los psicofármacos y de las terapeuticas del campo de la psicología, sumado al discurso social imperante de la inclusión e igualdad social, han producido un efecto de domesticación del poder disruptivo que encarnaba históricamente la locura. Esto no es novedoso, claro. Desde Foucault para acá hemos escuchado una y mil veces esta idea. En todo caso la novedad que aporta el cine es el modo en el que ha decidido administrar esa domesticación en la contemporaneidad que nos toca.

Tenet
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Tenet

Para quienes vivimos del otro lado del Atlántico algunas cosas se nos hicieron mas accesibles mientras la pandemia atacaba a Latinoamérica sin la menor contemplación. Ahora la segunda ola viene por nosotros. Y de vuelta los cines -eso que ha quedado vedado para tantos países del mundo- nos dan la espalda. Pero en el medio, mientras la primavera duró, pudimos ver cosas como las que propone Nolan. Y debo decir que en tiempos de encierro, el retorno a las salas, a las pantallas grandes, a el gran espectáculo, quizás se vea mas espectacular de lo que realmente es. No obstate el cine de Christopher Nolan es eso: un cine con gigantismo, pero casi completamente incapacitado de identificar la dimensión humana del movimiento. Por eso su cine es una máquina cerebral que retorna a las formas de modernismo narrativo que en los 60s y 70s hacían ruido entre los espectadores (de Resnais a Roeg, de los directores checos -como Oldrich Lipsky, el responsable de esa locura olvidada que es Happy end, una película íntegramente contada de atrás para adelante- a los polacos -como Kieslowski-) y que hoy apenas puede ser mirado porque el espectador contemporáneo, asumo, tiene bastante menos paciencia que el de hace cuatro décadas.

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