Se puede decir así: el director Nicholas Ray se está muriendo; el director Wim Wenders lo acompaña; los dos deciden hacer una película en la que Wenders es el realizador y Ray la estrella. Relámpago sobre el agua está contaminada por una película mítica, un fantasma de película que habita dentro suyo, la que Nicholas Ray había concebido unos años antes, en el principio de esa década del setenta tenebrosa. Esa película que parece todavía estar atrapada en aguas pantanosas, como una criatura herida, respirando con tranquila desesperación; más fascinante cuanto más inescrutable: We Can´t Go Home Again. Esa es quizá la razón por la cual Relámpago sobre el agua se convierte, probablemente a su pesar, en una de las mejores películas del director alemán: un proyecto de película, un work in progress que va un poco a tropezones, entre el desasosiego de la enfermedad que avanza y las facultades que menguan, entre la falta de rumbo discernible y la tentativa de llegar al final como sea.