Agente Stone

Por Rodrigo Martín Seijas

Heart of Stone
EE.UU., 2023, 115′
Dirigida por Tom Harper
Con Gal Gadot, Jamie Dornan, Alia Bhatt, Matthias Schweighöfer, Sophie Okonedo, Jing Lusi, Paul Ready, Jon Kortajarena, Archie Madekwe

Movimiento sin identidad

Las grandes producciones de Netflix, especialmente las focalizadas en la acción, a fuerza de cientos de millones de dólares, han encontrado un paradójico sello distintivo: la casi absoluta falta de personalidad. Ese factor se ha impuesto incluso cuando hay directores/productores/actores con una mirada propia, como los Hermanos Russo, Marshall Rawson Thurber o Dwayne Johnson, por citar apenas algunos nombres. Apenas las dos entregas de Misión de rescate insinúan algo que las distingue, a partir de su brutal estilización en la puesta en escena.

El lanzamiento de Agente Stone ratifica lo dicho previamente, porque es una película que, aún haciendo esfuerzos para mostrarse como algo nuevo, es la repetición de un molde prefabricado que ya suena demasiado repetido e insustancial. Ni la prepotencia presupuestaria, desplegada sin mucho criterio, ni la presencia de Gal Gadot -cuyos dotes actorales, convengamos, están sobreestimados- alcanzan para compensar eso, e incluso lo potencian. Eso lleva a que sea muy difícil conectar con el conflicto central y su protagonista, una integrante del MI6 que en verdad está infiltrada en ese servicio de espionaje, ya que trabaja para una organización secreta denominada El Cartel, que cuenta con una herramienta que marca la diferencia. Esta se llama El Corazón y es un dispositivo de inteligencia artificial que permite encontrar soluciones a toda clase de situaciones y hasta anticipar eventos futuros, por lo que puede convertirse en un arma letal en las manos equivocadas. 

No es difícil encontrar lazos entre Agente Stone y Misión: Imposible – Sentencia mortal: Parte Uno, y no solo por la trama que incorpora a la inteligencia artificial como factor decisivo. También aparecen elementos vinculados al trabajo grupal o a la del espía rebelde, que construye su heroísmo de la mano de la aventura. Y las conexiones pueden extenderse a otras franquicias como la de James Bond y Jason Bourne, lo cual no está necesariamente mal y hasta podría ser positivo: al fin y al cabo, hay mucho material ahí que podría reescribirse de diversas formas. Sin embargo, el guión de la película quiere construir personajes pretendidamente ambiguos y/o complejos, pero solo se queda en una unidimensionalidad apabullante, donde cada decisión es entre predecible y arbitraria. Y la puesta en escena del director Tom Harper no consigue revertir nada de esto y hasta lo potencia: la ausencia de creatividad es absoluta, todo está filmado en piloto automático y hay una recurrencia permanente en una banda sonora sumamente gritona.

Por eso también es que el relato de Agente Stone no consigue sorprender al espectador y hasta desperdicia el único giro medianamente interesante que posee hacia la mitad del metraje. Quizás su único mérito sea no ser tan mala como La vieja guardia, aunque claro, estamos hablando ahí de un ejemplo de solemnidad, declamación y aburrimiento difícil de igualar. Pero lo cierto es que queda lejos de otros films discretos de Netflix, como El hombre gris y Alerta roja, y a años luz de los aspectos más rescatables de las dos entregas de Misión de rescate. En Agente Stone no hay una heroína creíble, los personajes de reparto son puro estereotipo y los antagonistas son tan esquemáticos como sobreexplicados. Y si bien hay claras intenciones de comenzar una franquicia, la duda que se impone es cómo puede hacer Netflix para salir de su propia trampa y empezar a construir un cine de acción que tenga algo sustancial para contar.

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