Black Mirror: Temporada 6
Reino Unido-Estados Unidos,2023, 5 episodios de 42′ a 80′
Creada por Charlie Brooker.
Con Elenco: Annie Murphy, Salma Hayek, Michael Cera. Samuel Blenkin, Myha’la Herrold y Daniel Portman. Aaron Paul, Josh Hartnett y Kate Mara. Zazie Beetz, Danny Ramirez y Clara Rugaard. Anjana Vasan y Paapa Essiedu.
Fingir demencia
En su sexta temporada, Black Mirror se enfrenta densamente a algo que ya venía prometiendo con ganas en las dos temporadas anteriores pero que, sin lugar a dudas aquí se consolida: el futuro llegó, el imaginario de futurabilidad ya no es posible y, por lo tanto, casi nada de lo que pueda pensarse en términos de una aplicabilidad apocalíptica de la tecnología tiene demasiado sentido.
O para decirlo de otra manera, Black Mirror S06 parece entender, al menos parcialmente, que el problema no está en el futuro ni que todo tiempo pasado fue mejor ni que la tecnología es un enemigo irreparable. En algún punto, no sólo se humaniza y se acerca a los modos que exceden el carácter de cierta ciencia ficción distópica que siempre alentó sus temporadas pasadas sino que, incluso, se acerca a formas mucho más cercanas al fantástico, a la clase B de series unitarias como La dimensión desconocida, Night Gallery, Cuentos asombrosos, Creepshow, Alfred Hitchcock Presenta.
Afortunadamente la recuperación del pasado que propugna BMS06 -excepto en algún gesto canchero del episodio Demon 79, que juega a ser una producción tardía de la Hammer- no afecta el componente humanista de lo que narra, que es otra de las recuperaciones de esta temporada: dejamos de estar frente a seres despreciables vistos con la más absoluta misantropía (una de las marcas de autor de su creador, Charlie Brooker), sino que sucede más bien lo contrario: la serie se abre a la posibilidad de la empatía y, como consecuencia, abandona la voluntad de entomólogo que tanto mal le hizo a varias de las temporadas previas, en particular las últimas dos (sobre las que hablamos aquí y aquí).
Joan is Awful resulta, a primera vista, la más parecida a lo que la serie viene entregando en temporadas anteriores. En este caso el temor es a que toda la información que nuestro teléfono recibe sea guardada y utilizada como material narrativo por inteligencias artificiales capaces de desarrollar producciones para plataformas. Así las cosas, incluso mediando el clásico reaccionarismo de “hagamos pelota a todas las máquinas y seremos felices”, el episodio no deja de generarnos un cierto grado de empatía con dos personas miserables, contrario al desprecio que habitualmente convoca con la clásica misantropía de Brooker.
En Loch Henry, en cambio, ya dejan de aparecer rastros con respecto a la ciencia ficción, a la tecnología aplicada y al pasado y comienza un lento discurrir autoconsciente sobre la voluntad de la misma casa productora, Netflix, de hacer un True Crime de cualquier cosa sin importar las consecuencias sobre las personas. En este aspecto, el capítulo es un liso y llano thriller policial de asesino serial con un final particularmente melancólico. Lo que no logro entender es por qué la observación autocrítica fue leída como un ejercicio de cinismo mayor por parte de Netflix y no como un acercamiento, otra vez, despreciativo de las plataformas de parte de Brooker (como si ese ejercicio negara la posibilidad de la crítica o la despolitizara).
El episodio más cercano a las formas de los unitarios-antologías citadas previamente es Beyond the sea que imagina un what if, una ucronía en donde dos astronautas desarrollan una misión en el espacio mientras sus réplicas robóticas ocupan su rol en la tierra (y solo pueden ser activadas por ellos mismos desde el espacio, como si tuvieran una doble vida: como androides con sentimientos en la tierra y como humanos en el espacio). No solo es un episodio atravesado por un dolor espantoso (que recuerda vagamente a Vértigo pero también a Solaris), sino que incorpora la versión alternativa del pasado, que es una estrategia que, posiblemente, entre en colisión con la moda retro y con la moda multiversal, precisamente por el modo de operar políticamente ese retorno al pasado para decirle cosas al presente y no al revés, para hablar desde el presente impugnando al pasado (dicho sea de paso hay una alusión al clan Manson y a Tarantino que corrobora el carácter ucrónico).
Mazey day también vuelve al pasado (en esta temporada sucede tres veces), pero en este caso uno más reciente. Otra vez la tecnología aplicada no pincha ni corta aquí. Tampoco las plataformas. En todo caso los medios de comunicación, paparazzis y escándalos varios. Todo muy noventas/dosmiles. Pero el episodio se propone una vuelta de tuerca (hay varias) sobre los modos de avanzar con las expectativas: primero con las características de un thriller policial culposo a dos puntas, pero finalmente con la irrupción del fantástico. No es particularmente original, es cierto, pero redunda en el espíritu más Serling-Spielberg que no necesita anclar lo que narra a ninguna agenda presente. Y eso se valora.
El último episodio, Demon 79, hace un juego con el pasado, otra vez. E imagina a una inmigrante de origen indio en la Inglaterra pre-Tatcher mezclada con antiguos ritos satánicos…y Frank Capra, es decir, un demonio de la guarda que debe protegerla a ella (y a la tierra) de un inminente apocalipsis. El tono es el de una clara comedia negra que, en sus mejores momentos, funciona cuanto más oscura se pone y se vuelve un poco previsible cuando apunta a las convenciones morales esperables y sentenciosas de las que pretendía escapar. Dado que es el último episodio nos preguntamos: ¿y la conexión con la historia previa de Black Mirror? Prácticamente ninguna. Como si hubiera decidido dejar atrás su propio pasado, como si hubiera elegido fingir amnesia, Black Mirror S06, cambió su piel. O la está cambiando en pos de un futuro pasado. Y ya no más de un pasado futuro. La creación es siempre poder olvidarse de la identidad. Bienvenido sea ese gesto anti autoral por excelencia.
