Decisión de partir

Por Marcos Rodríguez

Decision to leave / Heojil kyolshima
Corea del Sur, 2022, 138′
Dirigida por Park Chan-wook
Con Tang Wei, Park Hae-Il, Go Kyung-pyo, Park Yong-woo, Lee Jung-hyun, Go Min-Si, Jung Yi-seo, Seo Hyun-woo, Lee Hak-Joo, Park Jung-min

Todo y nada

De la camada de directores que marcaron el surgimiento del nuevo cine coreano (o, por lo menos, los que llegaron a festivales y al público occidental), Park Chan-wook siempre fue el más barroco de todos. Por lejos. Allá por los inicios del nuevo siglo, a más de uno se nos voló la cabeza y la pantalla con Sympathy for Mr. Vengance y Oldboy, películas excesivas, virtuosas, enchastrosas, medio inentendibles, violentas, inexplicables. Park no solo venía a aportar algo nuevo, sino que además lo hacía sin ningún tipo de justificativo o verosímil más que la potencia de sus imágenes y de su montaje. El cine de Park Chan-wook existe en y para el cine.

Los años, por supuesto, lo fueron llevando por diferentes caminos, muchas veces ajenos a ese cine de alto impacto. Fue hasta Hollywood y volvió. Sufrió adaptaciones, filmó películas de época, no supo estar a la altura de su propio genio (dicen) y resurgió. Ahora, con Decision to leave, parece haber inventado un género nuevo, algo así como el “melopolicial”, una idea bastante peregrina y perversita que, ahora que ya existe, uno casi se siente tentado de preguntarse cómo es que no se le había ocurrido antes.

Hay algo quintaesencialmente Park en Decision to leave, a pesar de que la sangre es relativamente escasa y la violencia queda prácticamente toda fuera de campo. No faltan, sin embargo, cadáveres ni puestas de cámara radicalmente innecesarias y hasta antinarrativas (de esas que te obligan a parar, a salir del relato para tratar de entender exactamente qué es lo que se supone que estás viendo), no limitadas a, pero claramente ejemplificadas por, las subjetivas de cadáveres (con hormigas por arriba del globo ocular y todo) y lo que podríamos llamar “subjetiva de celular”.

Todo en Park (o, por lo menos, en el mejor Park) es exceso: su cine se abalanza hacia adelante como un torrente de ideas, de sensaciones, de acciones que se acumulan y desencadenan unas en otras sin que necesariamente tengamos el tiempo o la delicadeza narrativa para poder entender exactamente los hilos que supuestamente los unen. En algunas de sus películas eso es una fiesta, en Decision to leave llama un poco más la atención: en un primer momento uno puede pretender ingenuamente que, en la medida en la que se nos está presentando una película policial (protagonizada por un detective al que se le presenta una muerte sospechosa), se nos presenten los personajes, sus acciones e interacciones de forma clara y lógica. Quien entre en Decision to leave esperando encontrar un misterio y su resolución, no va a encontrar eso. O, para ser más preciso, sí va a encontrar eso, pero tapado por un desborde de tantas cosas que, tarde o temprano, el espectador tendrá que aceptar que crimen, investigación y resolución son poco más que excusas.

¿Qué filma Park Chan-wook en Decision to leave? Todo, tal vez nada. Y filmado desde los ángulos más inesperados. Todo en Park (o, por lo menos, en el mejor Park) es forma: su cine gira en torno a (y encuentra su justificación exclusivamente en) el medio cinematográfico. El barroco coreano es incansable. Para quien pretenda linealidad o clasicismo o al menos “una que se entienda”, Decision to leave va a resultar absolutamente impermeable. En cambio, este nuevo giro del cine de Park (no vi algunas de sus películas anteriores, tal vez lo venía trabajando) encuentra un contenido perfecto para esa forma perfecta: el exceso de la cámara replica (y explica) el exceso de los sentimientos. Poco a poco, a medida que la película empieza a correr y la investigación se va presentando como cada vez más absurda y el detective empieza a desplegar piruetas cada vez más ridículas, comenzamos a entender (casi al mismo tiempo que su protagonista) que lo que al principio parecía una sutil sugerencia de interés sexual va a desembocar en una tormenta. Una tormenta de amor. Una tormenta de amor perverso: un amor que consume pero no puede consumarse.

Primero él la persigue a ella (como sospechosa y pronto como obsesión), después, con vueltas de argumento, ella lo persigue a él. Lo que los atraviesa no les permite paz y tampoco va a dejarnos paz a nosotros: parecía un policial pero desató resortes oscuros de nuestro cerebro. Como en todo melodrama verdadero, el amor está cerca de la muerte y el sacrificio final, el que cierra la película ahí donde la trama parece resuelta y podría ofrecerles un terreno estable para entablar algún tipo de relación, sella lo imposible.

Solo un perverso como Park podía dar una forma tan gloriosa a esa obsesión.

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