Blue Jean

Por Ludmila Ferreri

Reino Unido, 2022, 98′
Dirigida por Georgia Oakley
Con Rosy McEwen, Kerrie Hayes, Lucy Halliday, Lydia Page, Stacy Abalogun, Amy Booth-Steel, Aoife Kennan, Scott Turnbull, Farrah Cave, Lainey Shaw, Izzy Neish.

Era el peor de los tiempos

Hay un tipo de cine que disfruta con la vivificación del presente en contraste con el pasado, como si, en efecto, se produjera una reivindiación de Fukujama y su fin de la historia. Y así como la historia (real) sigue y el pasado no puede olvidarse, la administración de los recuerdos del pasado a veces terminan, contrariamente a lo que pensamos, funcionando como un potente despolitizador en el presente. Algo de eso me pasó cuando terminé de ver la bella rapsodia en azul de Blue Jean: te deja un toque triste, un toque contenta (“uf, por suerte ya no tenemos que sufrir una pesadilla semejante y los tiempos cambiaron” es una canción que el progresismo tararea complaciente mientras degusta el flat white de especialidad a la vuelta del cine), un toque esperanzada, un toque nostálgica y hace, básicamente eso, te toca. Marca un poco la piel (más si tenés retención de líquidos como yo, que me cuesta llorar, más cuando me lo exigen) y luego, como todo toque, se va. O se olvida y se menciona en el compromiso con amistades que te piden “recomendame una para pensar, no una de superhéroes”(así estamos).

Georgia Oakley filma “bonito”, con detalles (en los 80’s-00s todavía se utilizada el cachuciento término “sensibilidad femenina” para describir ese procedimiento detallista), con un 16mm que le da un granulado triste (si, Jean, la chica triste), filma con rabia retrospectiva para contar el barbarismo tatcherista de regular la mínima presencia de discursos sobre homosexualidad en las aulas escolares…y en eso entra la Jean en cuestión, que muestra que podía lidiar hipócrita y superviviente con la intolerancia hasta que algo le hace click. Y ese algo es la llegada de una alumna que, contrario a la posición de la protagonista, no parece importarle demasiado el qué dirán de sus elecciones sexuales, por lo que esa contradicción de estrategias genera el inevitable vuelco en Jean.

Al mismo tiempo, si bien estamos ante una clásica película de rabia retrospectiva sobre tiempos pasados y peores, nada de lo que se narra en Blue Jean se percibe estrictamente moralizante (exceptuando algunos subrrayados obvios en ciertas situaciones y personajes, a los que la película expone más como estrategia discursiva-retórica (al hacerlos verbalizar cosas para que el conflicto avance) que como personas), por lo que se nos evita el saludable buenismo tranqulizador. Así las cosas no deja de resultarme incomprensible por qué esta película, que años atrás hubiera pasado desapercibida ente varias que abordaban el tema, hoy tiene el lugar que tuvo en festivales. Y mi sospecha me lleva al principio: como diría el Pangloss volteriano, hoy vivimos el mejor de los tiempos. Sospecho que Oakley no leyó el inicio de Historia de dos ciudades.

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