Argentina, 2021, 103′
Dirigida por Inés María Barrionuevo
Con Nina Dziembrowski, Maite Valero, Adriana Ferrer, Carolina Rojas, Federico Sack, Guillermo Pfening
La voz de una generación
El coming of age es un ¿género? 2ue al preguntarse por el proceso de crecimiento de los seres humanos, parece condenarse a estar encerrado en una transición. En personajes que están soñando con un futuro que no vamos a ver y está transitando un presente que va a marcar ese futuro. Esta relación particular con el futuro hace sea difícil definir que tan determinante es todo lo que sucede en las películas. Es decir, por ejemplo, en Dazed and Confused todo lo malo que pueda llegar a suceder parece ser menos grave por ser el último día de la secundaria, al igual que en The Squid and the Whale, donde entendemos que los personajes adolescentes están en un proceso de descubrimiento de sí mismos mientras se ven forzados al enfrentar el divorcio de sus padres. Es evidente que hay otros coming of age que, contrariamente a estos ejemplos, plantean un hecho que, sucedido en esos años de perdida de inocencia, determinarán el resto de la vida de nuestros protagonistas como un hecho traumático. El ejemplo más claro de esto es George Washington, que simboliza el abandono de la infancia con la muerte de uno de sus protagonistas. En definitiva, el juicio hacia los personajes, tanto del espectador, como de los otros personajes, no es el mismo en el coming of age que en cualquier otro género. Se entiende, como una convención, que los personajes están en proceso de equivocarse constantemente, no hay nadie que sea faro moral de absolutamente nada, porque es una narración que se articula a través del choque, de los errores de sus personajes principales y como esos errores moldean la persona que va a ser en un futuro.
Camila Saldrá Esta Noche, sin embargo, es una película que pone a su protagonista, Camila, en el lugar de ser quien moralice a los demás. Camila desde el principio tiene todas las cosas en claro y se las va a exponer a su madre, y a sus nuevos compañeros de escuela. Hay choques, sí, pero en lugar de verse a sí misma chocando, cayendo y reflexionando sobre eso, como en Lady Bird, Camila choca y piensa que el mundo debe ser cambiado, que su lugar es el correcto y tarde o temprano la película le da la razón.
La película de Barrionuevo comienza con un ritmo extraño que intenta superponer los diálogos entre sí para generar una sensación de frescura juvenil, cuando lo que termina generando es una sensación de que los actores están diciendo sus líneas de diálogo sin escuchar las de los otros actores, como si la charla realmente no existiese. Sin embargo, a medida que Camila se empieza a adaptar en su vida porteña el relato comienza a encontrar momentos de conexión más genuinos entre Camila y la madre, y sobre todo Camila y Clara. Así, CSEN se permite más tiempos entre los diálogos, los acompaña de acciones particulares (pienso en el momento del primer beso entre Clara y Camila) y hace durar más los planos permitiendo que nos quedemos algo más con las miradas de los personajes y entender sus emociones por lo que vemos y procesamos antes de por lo que escuchamos (pienso en la pelea entre Camila y su madre, cuando le dice que su abuela está por morir, la madre abandona el plano y el plano retiene su duración con Camila sola). En este momento podemos habitar el mundo de Camila, y ver como está determinación que antes mencione contamine a los demás personajes, entendiendo incluso su carisma y su voluntad.
Pero ante todos estos posibles aciertos, la película decide tomar otro rumbo casi contrario al que venía tomando. Al final, en medio de un acto escolar, Camila y sus amigas intervienen con una performance feminista que pretende redimir a todos los personajes ante los destratos de la institución. La performance consta de un gas de color verde, un acto de nudismo y el canto de mi cuerpo, mi kiosko. Este acto de supuesta subversión sobre el colegio, demuestra menos una prueba de carácter de los personajes que un manifiesto que la directora quiso dejar en claro para cerrar una película que parecía haber confiado en las relaciones interpersonales de sus personajes, pero que finalmente decide imponer sobre ellos una agenda. Porque el feminismo de Camila siempre había sido parte de su persona, era algo fundamental de su personaje y se entendía en cada acción y en cada persona con la que elegía relacionarse (y con quienes no). La película no había, hasta ese momento, impuesto su ideología como algo que simboliza todo el film, sino como algo que lo enmarcaba, algo que los personajes sentían y con lo que los personajes se movían. Pero en aquel final, Barrionuevo parece decirnos que sus personajes no fueron más que motores para hablar de estos temas, sin que ellos realmente importen (participar de esa performance, o aceptarla, es, para la mayor parte de los personajes, algo completamente inverosímil en relación al carácter que venía demostrando). Y eso sucede, particularmente, porque en lugar de estructurarse como un coming of age donde vemos al personaje enfrentar al mundo, como un acto incluso romántico, lo que vemos es las película convirtiéndose en Camila y a Camila convirtiéndose en una vocera de la ideología de la película, anulando su propia narrativa, cualquier posible incertidumbre por el futuro y por la construcción de una personalidad.