Ambulancia

Por Santiago Gonzalez

Ambulance
EE.UU., 2022, 136′ 
Dirigida por Michael Bay
Con Jake Gyllenhaal, Yahya Abdul-Mateen II, Eiza González, Garret Dillahunt, Moses Ingram, Keir O’Donnell, Colin Woodell, Devan Long, Chelsea Harris, Sheila Houlahan, Brendan Miller, Olivia Stambouliah, José Pablo Cantillo, Jackson White, Kayli Tran, Jesse Garcia, Remi Adeleke, A Martinez, Gary Sievers, Jamie McBride, Tony Wade, Cedric Sanders

Me puedo estimular

Hace ya un buen tiempo desde que Michael Bay pasó de ser considerado el peor director del mainstream actual a una especie de autor de culto. O en todo caso un autor de películas tan malas que son buenas. Experto en películas aparatosas, ruidosas e imposibles en su puesta en escena, en donde no se respeta el espacio en el que transcurre la acción, con varias cámaras filmando al mismo tiempo sin la menor coherencia. Se trata de un cine caótico y Bay es consciente de eso. La conciencia lo redime?

Personalmente nunca me molestaron sus películas, de hecho las he disfrutado en pantalla grande justamente porque sus excesos están pensados para ser disfrutados de esa manera: con un estallido de grasa en nuestra cara. En todo caso lo que si molesta es la profusión de sectas cinéfilas que, en su afán de la defensa del buen cine (pensemos en la inmaculada generación del new Hollywood), opera construyendo enemigos, habitualmente designando la degradación contemporánea del cine industrial. Esa misma cinefilia es la que odió a Bay durante años, justamente porque representa cabalmente el anticine de la grandilocuencia y la estupidez.

Ahora bien…el goce por lo descerebrado es sinónimo de anticine? El de Michael Bay es un cine de estímulos: hablamos de un experto en arrojar cosas a la pantalla y lograr que todo sea vertiginoso y que por un tiempo nos olvidemos de los problemas cotidianos sobre la base del caos, del desorden. Es un cine malo, bestial. Pero también radicalmente frontal, como pocos en la industria (hay que buscar a Ronald Emmerich para encontrar un caso similar en la generación de los reyes de los tanques cinematográficos de los 90s y que hoy perviven). Sobre la defensa de esa brutalidad hay que pararse para pensar en su cine cínico y directo.

Con Ambulance, Bay, ahora acomodado en un lugar autoconsciente que no supo comprender en sus primeros años, entrega una película cercana a Bad boys (1995) y La Roca(1996), pero al mismo tiempo redobla la apuesta lipídica, grasulienta: no sólo despliega referencias sobre aquellas a cada momento sino que pone en el centro del sistema a un Jake Gyllenhaal desatado, sobreactuadísimo, al punto de estar riéndose de todo, algo así como el mismo Bay que se ríe, que se hace cargo de su incapacidad y nos dice en la cara “mira como sigo filmando a pesar de críticas. ¿Te molesta lo mal que filmo?, bueno acá tenes más de eso”. Lo cierto es que, cinismo aparte, el asunto funciona justamente gracias a los excesos, a la autoconciencia cínica y al juego de pertenencia, que radicaliza la provocación y juega con nuestra tolerancia. 

También es cierto que se trata de una película que se concentra en una persecución, no solo de una ambulancia sino de la vida de los personajes. Al que interpreta Yahya Abdul-Mateen esta siendo apurado por la enfermedad de su esposa, al de Gyllenhaal lo sigue la policía hace años. Tal vez el único personaje que no sufre persecución alguna es el de Eiza Gonzalez, que justamente trabaja arriba de una ambulancia y le da igual quién está en la camilla. Los personajes persiguen objetivos y nosotros perseguimos el sentido de lo que vemos, incrédulos.

Por otro lado la acumulación de información genera algunas secuencias de suspenso que sumadas al estilo caótico de Bay multiplican la confusión y el frenesí.  Desconozco si esto es igual en la película original del 2005, pero en este caso el director logra que algo simple y lineal se convierta en un carrera contra reloj en donde sabemos que los personajes van a terminar mal pero no sabemos cuándo, ni como. Nuevamente, la operatoria del caos jugando a favor.

No importa si es una escena dramática, un flashback o una persecución, Bay lo filma de la misma manera, como si su analfabetismo audiovisual fuera digno de festejo. Y en ese caos, Ambulancia termina teniendo un ritmo imparable, precisamente porque nos sentimos provocados. Nos quedamos para comprobar que lo que estamos viendo es como es incluso aunque se violen todas las posibilidades del verosímil. Un cine estimulado por el morbo de llegar al cierre.

Sé que puede parecer una celebración acrítica de un cine bestial en el peor de los sentidos. Pero la experiencia del cine también debe ser, aunque sea de vez en cuando, la exposición a experiencias irritantes, desordenadas, bestiales, impresentables. En ese redil nos espera Bay, uno de los peores directores contemporáneos.

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