Dossier Comedia para el fin de los tiempos (IV)

Por Varios Autores

De a poco iremos subiendo las elecciones de los integrantes de la redacción. El juego del dossier consistirá en lo siguiente: cada redactor eligió 10 comedias fundamentales en su vida, 10 comedias que lo transporten inmediatamente a la felicidad (sin ningún orden de prioridad). A su vez, mas allá de esa lista (o incluyendo películas de esa misma), les pedimos que eligieran tres películas sobre las cuales pudieran explayarse. Pero solo pedimos una condición a cumplirse: que una película fuera una comedia canónica, conocida, celebrada; que otra fuera una comedia más bien relegada, olvidada o desconocida, de ser posible; y que la última fuera una comedia contemporánea, de los últimos 10 años. Con esas pautas la redacción fue pensando sus elegidas. Y de a poco las iremos compartiendo. Aquí les dejamos la cuarta entrega.

Juan Manuel Domínguez

1. El mundo según Wayne (Penelope Spheeris, 1992)
2. Gremlins 2 (Joe Dante, 1990)
3. South Park; Bigger, Longer & Uncut (Trey Parker y Matt Stone, 1999)
4. Aquellos viejos tiempos (Todd Phillips, 2003)
5. The Palm Beach Story (Preston Sturges, 1942)
6. Adictos al sexo (John Waters, 2004)
7. Zoolander (Ben Stiller, 2001)
8. Experto en diversiones (John Hughes, 1986)
9. Polícias de repuesto (Adam McKay, 2010)
10. Jackass 3D (Jeff Tremaine, 2010)

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Canónica: The Palm Beach Story (Preston Sturges, 1942)
Odio la expresión “clásico”, odio la idea de la cultura, sea la de los chupetines o la de las comedias, bronceada (metal, claro) y dejada ahí, a que venga el punk y la pinte, como merece cualquier monumento que no sea un chupetín. Creo que hace más daño la idea de canon que, seamos torpes, un cañón. Un cañón es más divertido y más peligroso, bien lo sabe Willie E. Coyote. Digo, y les pido se aburran si gustan, que las historias del cine, los motes torpes y vagos como “cine Marvel” o “cine Pedro Costa” (otra vez: la bipolaridad esteta de las pulgas inunda el cine de todas las convicciones que después no se muestran nunca en pantalla), no me generan ninguna otra cosa que la certeza que el arte es más mercuriano que los intereses de Marvel o del Festival de Berlín.

Siento, torpe otra vez, que ya no se confía en la organicidad de los films, en cómo cada experiencia se define (como los sándwiches) en factores que van más allá, tan más allá que se llena la Internet con todo aquello que no sé. No se preocupen, entiendo que es “canon”, para que se lo necesita y tampoco quiero venir a jugar de francotirador williywonkiano. Pero simplemente quería jugar con eso: ¿qué es canon? Sobre todo ¿qué es canon en el más veloz de los géneros del cine: la comedia (ese que amamos cuando es Sturges y que nos duele cuando no comprendemos porque se ríen con José María Listorti)? 

Un pedo. Uno útil (¿qué pedo no lo es?) pero un concepto gaseoso. La comedia ayuda a dinamitar (volvemos al Coyote, mi cañón). Ya sabemos de sus fauces. Pero vuelvo a Listorti, a las comedias que odiamos y sobreviven: las comedias dinamitan todo. Hasta tu gusto. Hasta tu canon. Esa es su venganza. Podes decirle mal gusto, pero la risa esta ahí, estridente, vieja, con ideas que no nos representan. Es fácil siempre creer que el cine define el mundo en que nos gustaría vivir. Por eso, ahí aparece lo más cercano a canon (imaginen un chupetin de cine, que genera tanta alegría como caries): el cine que me enseñó algo que yo quería ver y no sabía que lentes usar para encontrarlo. Ese algo, sea desinflado o Godzilla, define instintos antes que cachos de bronce.

¿Qué apareció en Sturges y The Palm Beach Story? La exuberancia como absurdo, y la saturación cartoon como modo de vida, de amor y de, claro, no creer ni en el amor. La furia servida en una copa de Manhattan de Sturges. Me encontré con todo lo que para mi son los Looney Tunes (que no están ahí arriba porque creí que esta lista era de largos) pero con algo más: con un sentido de decencia que usa el desenfreno para no brindar respuesta alguna. Ya lo dijo mi adorada Stephanie Zacharek: “Si te levantas de ver esta película llorando o riendo, dice todo sobre quien sos.” Así, el romance ABC1 según Sturges me parece el perfecto diamante donde se reflejan otras de mis histerias: el corazón blando por romance, el odio por el romance, la comedia con motor a chorro, la felicidad como movimiento y no como ideal y, sobre todo, ninguna puta certeza (ya vi demasiados fans de John Ford que después son gente que no llegaría ni a un pañal del tuerto). Eso es el canon para mí: la confirmación que las certezas son algo a elegantemente cuestionar aunque ya tengamos demasiadas remeras de Marvel y credenciales del festival de Berlín colgadas en la pieza.   

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Subvalorada/Olvidada: El mundo según Wayne (Penelope Spheeris, 1992)
¿Qué decir sobre la película favorita de uno? ¿Qué la extraño cuando el cine duele? ¿Qué se me hace tan orate explicarla cómo explicar por qué me gustan las milanesas o la Dr. Pepper? Me es más fácil explicar el amor que a mi película favorita. ¿Cómo explicar el cine que define no tanto la felicidad -amo eso de la comedia, seguro, pero creo es un GPS engañoso, medio chicloso- sino la capacidad del mismo de capturar algo? De capturar una esencia que es nuestra droga favorita y que puede funcionar casi como alquimia de ese instante de nuestra vida, de ese esfuerzo de la creación de la obra (aquí la usina SNL con Penelope) y de la invocación (no sagrada) del momento en que ambos nos cruzamos por primera vez. 

Como patrullero de la historia, como Terminator, puedo decirles que considero Wayne’s World está subvalorada, sí. Creo que supó dar pasos de comedia gigante, de siete leguas, que por rockeros no perdían la maña, y que sabían concentrar, como nave nodriza, modos absurdos, sentidos, sinceros y pensados de todo lo que implica la estupidez como una de las más fascinantes formas del arte popular. Creo que llegó antes que todas esas otras películas, que llegó después que un montón de otras más y que aún así, su punto de aterrizaje la convirtió en una de las primeras bombas atómicas de la comedia que cruzaba TV con cartoon, a los bobos con el carisma y a los directores con un olfato feroz con un cultura popular que necesitaba ser estudiada. Pero amo la imperfección de Wayne’s World y ahí creo se la subvalora: es una obra maestra de la imperfección y eso es un mérito. 

Ojo, creo que existen película perfectas, muchas, de a pilas (Playtime, que es más una deidad de cine que un ideal de cine, o Millenium Mambo, por mencionar un destello imborrable). Pero en mi vida cada vez valen más las películas imperfectas. Y Wayne’s World es la reina de ellas. Podría ser una película del montón, que no lo es por su valor sentimental para la última generación enamorada del cine. Podría ser olvidada, pero es camiseta y meme y no se va. Podría ser importante, pero es cool. Wayne’s World es el perfecto balance entre la comedia usada como tabla de surf y tabla bíblica: ninguna de las dos entiende sus perfectos mareos y su (falta de) profundidad. Wayne’s World es la prueba pringosa de la comedia Saturday Night Live tomando por asalto la lógica narrativa de la comedia enorme que entra en una cajita de VHS. Ahí nace su eterna subvaloración: es el punto de inflexión que no para de cabecear contra todo lo que le quieran poner adelante. Hasta su propio valor como obra feliz y fundamental. Eso es rock. 

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Contemporánea: Policías de repuesto (Adam McKay, 2010)
Iba a ir con Jackass 3D. Pero sería traicionar a Johnny Knoxville y su troupe circense de cómicos pre-YouTube. Allí están si quieren verlos, los pijas que Buster Keaton y Bugs Bunny supieron erectar contra nuestro pacato sentido de la comedia física. Pero apareció en mi mente Adam McKay con su mejor película, con su travesura mejor lograda y con su perfecto Ken: Will Ferrell. En un mundo de Jerry Lewis y Bill Murray, Will Ferrell, ese componente graso de la comedia moderna, es mi fritura favorita. No necesito elegancia. Necesito a Ron. No necesito sutileza. Necesito al americano promedio llegando último (y aún así queriendo entrar). 

Y aquí, McKay le genera la perfecta contención, la perfecta película construída no alrededor de su potencial sino de una obra que lo toma como bomba atómica: toda su radiación contagia al film y de ahí, el milagro. Difícil explicar el mejor chiste del mundo (bien lo saben los Monty Phyton) pero la base aquí es casi pasta base: la fórmula pareja despareja, aplicada a Ferrell y Mark Walhberg (el dude más perfecto de la historia del cine moderno), es sacudida a velocidad Mach, y el resultado es una usina de pequeños instantes, perfectamente quirúrgicos, que sabe lo que hace pero, mejor aún, se da margen para no entender a sus instintos. El policial es una excusa, seguro, porque aquí estamos frente a la herencia de los hermanos Marx (de hecho, hay hasta una sopa de gansos, pero de linyeras y en modo orgía: salud, gran John Waters) pero amplificada por la libertad de Saturday Night Live y cosida, con hilo de metal, en la construcción de personajes de los años 80 (miren más al señor Landis que al señor Hughes). Pero no es que Policías de repuesto funcione por aglomerar esas citas bobas en mí: funciona por todo lo contrario. 

Se viste de policial mugroso, aprovecha sus gemas (Michael Keaton antes de Iñarritú: la comedia llega siempre temprano y se duerme esperando; The Rock y Samuel L. Jackson conscientes de su caricatura) y sus pulsiones de YouTube, para así mezclar ideas y hacerlas cine. ¿Qué quiere decir “hacerlas cine”? Las hace gigantes, plenas, poderosas, no sútiles sino casi circenses. El gran circo de Will Ferrell encuentra aquí su caos más falsamente contenido: allí donde Ron Burgundy reina, aquí se destila y se vende a escondidas; ahí donde John C. Reilly brilla (la improvisación) aquí se satura. Todos los caprichos de Policías de repuesto dejan en claro que Ferrell es su propio King Kong: es la bestia que se enamora de su propia caída. 

Sebastián De Caro

1. ¿Y dónde está el piloto? (Zucker-Abrahams-Zucker, 1980)
2. La fiesta inolvidable (Blake Edwards, 1968)
3. Virgen a los 40 (Judd Appatow, 2005)
4. Una Eva y dos Adanes (Billy Wilder, 1959)
5. El joven Frankenstein (Mel Brooks, 1974)
6. Loco por Mary (Peter y Bobby Farrelly, 1998)
7. This is the end (Seth Rogen-Evan Goldberg, 2013)
8. Una guerra de película (Ben Stiller, 2008)
9.South Park: Longer, Bigger and uncut (Trey Parker-Matt Stone, 1999)
10.This is spinal tap (Rob Reiner, 1984)

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Canónica: El terror de las chicas (Jerry Lewis, 1961)
Antes de la academia, el consenso canónico sobre Jerry Lewis y el peregrinaje eterno, librería tras librería buscando el libro sobre dirección de cine. Los sábados en los años ochenta sus películas eran un clásico de la programación argentina. Confieso que las que contaban con la presencia de Dean Martin me entusiasmaban mas, quizás porque en ellas había algo de Batman y Robin en el duo. Todo el universo de comedia que proponían estos filmes era efectivo por demás y siempre (o casi siempre) luminoso, plagado de emoción y con canciones y gags de relojeria. Pero un buen día te topas con El terror de las chicas y ahí todo cambia. Para empezar la premisa: Jerry sufre una especie de colapso emocional cuando ve a su novia con otro y acto seguido consigue trabajo en un internado de señoritas. Es entonces cuando la puesta en escena, la música y los colores alcanzan el olimpo en la carrera del realizador. El recorte tipo casa de muñecas del decorado, la transmisión del show desde dentro de su casa, el gag de la limpieza de las mariposas, la secuencia de los jarrones cayéndose o tirándolos, el indescriptible (y perdonen la cantidad de adjetivos pero con esta película no se puede otra cosa, ya en el proximo texto lo arreglo) número del cuarto misterioso psicodélico, para rematar con nuestra secuencia fetiche (digo nuestra ya que en mi famila es tradicion recordarla): llega un mafioso a buscar a su novia y le indica a Jerry que le avise luego y por error Jerry se sienta sobre su sombrero y ahí comienza la obra maestra; plano y contraplano de Jerry intentando peinar y acomodar el sombrero en la cabeza del mafioso y el plano del tipo mas pesado del mundo (con gesto serio), dando directivas de cómo lo quiere -“Esa es mi ceja”, “Me gusta con el ala baja” y otras maravillosas lineas que solo puedo pensar el español-. Y todo para terminar llorando y con un hilo que desencadena la tragedia. Un 10 total.

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Olvidada: 1941 (Steven Spielberg, 1979)
El fracaso de Spielberg. Como ya soy un anciano pude ver en cine un sabado en la calle Corrientes esta demencia. Recuerdo que regalaban aviones para armar como el de John Belushi, inclusive. Escrita por los dos Bob, Gale y Zemeckis (originalmente un guion llamado Tank! ), con un elenco gigante, 1941 quedó al costado de la historia injustamente. Muchísima gente no la vio jamás y tampoco sabe de su existencia. Cuando eventualmente me tocó dar alguna clase y comparé los comienzos de Tiburón y esta pelicula para mostrar al Spielberg metalinguístico. La sorpresa y desconcierto del alumnado es total en la mayoría de los casos. Muy en la sintonía de El mundo está loco, loco, loco y otras comedias de destrucción. La saga de un grupo de gente en paranoia total luego del ataque a Pearl Harbor es de una desmesura pocas veces vista:un concurso de swing que termina con una pelea masiva de infantería y marina como jamas se vio-una ninfómana de aviones-un piloto loco que le dispara a lo que sea-japoneses y un nazi en un submarino perdidos sin brújula buscando destruir Hollywood-una familia a la que le instalan un cañón antiaéreo en el patio-un ventrílocuo y un amigo en la rueda de la fortuna buscando aviones enemigos-un coronel emocionado con Dumbo en un cine y mucho mas. Todo con un score de John Williams que tiene no solo citas a sí mismo sino también una marcha inolvidable.

Long Shot 2019

Contemporánea: Ni en tus sueños (Johnatan Levine, 2019)
Larga y buena, asi es. Era un viernes cuando con Alfredo, ese amigo querido, fuimos a ver la única semana que estuvo en cartel esta hermosura. Ni en tus sueños le pusieron aca. Salí extasiado. Un guion de un nivel de complejidad tal que podríamos dar varias clases sobre la muñeca que hay que tener para que funcione asi. Set pieces de comedia construidos con un pulso notable, un manejo de ritmo extraordinario, cambios de tono y sobre todo una capacidad precisa para sostener el verosímil al limite hacen que Ni en tus sueños sea material de consulta desde entonces. Se podría empezar a arriesgar una idea de tradición en esas comedias largas y multi tonales. Tropic thunder (mencionada en la lista por aca) o algunas de la factoría Apatow entran en la lista. Se suma también una clara idea de deconstrucción pero que no solo no molesta sino que demuestra cómo esa capacidad puede estar perfectamente intergrada sin ser didáctica. Rogen -cada vez mas consolidado como comediante actor autor tripartito- y Theron -que parece no tener limite en la reinvencion: vean Atómica, Mad Max: Fury Road, Tully y Young Adult– son dos actores descomunales (disculpen la adjetivacion excesiva de domingo a la noche, corriendo, en cuarentena). La comedia, el lenguaje de los dioses.

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