El clon de Tyrone

Por Sergio Monsalve

They Cloned Tyrone
EE.UU., 2023, 115´
Dirigida por Juel Taylor
Con John Boyega, Jamie Foxx, Tayonah Parris, Kiefer Sutherland, David Alan Grier.

No es otra tonta película de…

El clon de Tyrone no es otra tonta película woke, por si a las moscas y andas inquieto, con ganas de disfrazar tu racismo de lectura contra la representatividad y demás hierbas. Es sí un filme de celebración y deconstrucción del blaxplotation, sin pose canchera o de distanciamiento revisionista de la superioridad moral de los hípsters afroamericanos.  

Por ratos, la película se antoja como un capítulo alargado del mejor Black Mirror de la última temporada, aquel de los anacronismos y los retrofuturismos pasados por el filtro neón de la generación de los hijos de HBO, NWR y Euphoria. 

Por tanto, algo tiene de las Amazing Stories de los ochenta, con su sentido melancólico y terrorífico de la pesadilla americana.

También sobresale el evidente homenaje al Tarantino Pulp de los noventa, amén de un trío de deslenguados perdedores, como de Jackie Brown y Django sin cadenas

Desde su título, el director se la juega por replicar graciosamente sus fuentes de inspiración, guiñándole al fanático de la ciencia ficción distópica.

Por ende, el filme supone una ácida reconstrucción de Matrix, desde la posición alterada de un protagonista de color, quien descubrirá un mundo oculto y oscuro, detrás de la pantalla de los simulacros de la miseria, los mugrosos cuartos de Motel, las cadenas de Fast Food, los automercados, las viviendas de asistencia social, los suburbios y la indigencia campante. 

Bienvenidos a la tercermundización de USA, extendiéndose como una Detroit a escala nacional, bajo la gestión catastrófica de Biden. 

La trama conjuga la historia de tres arquetipos de la típica comedia dramática del primer Spike Lee: un traficante con ganas de salir del negocio y redimirse, una prostituta desencantada y un pimp deliberadamente pirata, cual versión Jammie Foxx de Dolemite is my Name.    

John Boyega se luce en el papel principal, retratando la angustia existencial de un mundo en crisis, cuya justificación procede del montaje de una absurda conspiración, comandada por el Kiefer Suthelard de Lost Boys, vampirizando la sangre del gueto, para controlarla y neutralizarla a través de adicciones, doblajes, paraísos falsos y toxicidades. 

El Clon de Tyrone plasma una teoría de complot, según la cual se prolonga el segregacionismo del estado, por medio de técnicas de publicidad y empleo de la ciencia, con fines macabros de experimentación en cuerpos de cobayos en nuevas granjas de esclavos.

El asunto pasa del subconsciente a una proyección aparentemente realista, donde una aventura nos sumerge en la posibilidad de enfrentar la raíz del problema y solucionarlo, gracias a la intervención de los antihéroes. 

Por consiguiente, vemos el retorno de los subtextos de los setenta y ochenta, del Spielberg de ET y del Carpenter de Sobreviven,  según la estética de un multiverso de hoy en bucle. 

Todo funciona por el humor y la evolución de los personajes, por su química y por la destreza del realizador, para ponernos a dudar de absolutamente todo. 

Porque después de la narrativa de misión imposible, nada parece cambiar para el pobre Tyrone, despertando una y otra vez en su día de la marmota, como cualquier mortal, después de una dosis de second life en Tik Tok, de Meta en Facebook, de ganarle a los villanos en una sesión trasnochada de video game. 

Nuestro scroll pospandémico, una auténtica prisión colectiva, carente de consuelo. 

Al final Netflix la pegó con una fórmula perfecta de su algoritmo, de su inteligencia artificial. 

Una excepción, de pronto un desahogo, en nuestra dieta semanal de Soma, por cortesía del Mundo Feliz del streaming. 

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