El Conde

Por Ludmila Ferreri

Chile, 2023, 110′
Dirigida por Pablo Larraín
Con Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, Alfredo Castro, Paula Luchsinger, Stella Gonet, Catalina Guerra, Diego Muñoz, Amparo Noguera, Marcial Tagle, Antonia Zegers

La renuncia

Larraín simula hacer cine, pero lo suyo es otra cosa, acaso un juego más cercano a una publicidad cara mezclado con un panfletismo tardío. Si si, sabemos que se trata de una sátira de trazo grueso dibujada con crayoncitos en un mantel mientras esperamos la comida (que nunca va a llegar), pero como a Larraín le interesa la historia monumental parece que en algún momento va a hacer un giro en el aire para entregarnos, aunque sea, la levedad culposa de Spencer o la frialdad impostada de Jackie.

Pero esos momentos no llegan nunca porque tenemos que recordar que estamos ante una sátira que es GRACIOSA (una comedia con mayúsculas es como el cartel pavloviano de los reidores de la tv en vivo). Aquí la figura de Pinochet y su miserable familia es un objetivo más bien simple y carente de matices. Planitud suficiente como para que la indignación cale hondo y rápido (no le pidamos la trilogía de Sokurov a este muchacho, no va por ahí).

El problema de El Conde no pasa solamente por el tono, que, en todo caso, es la regla de un juego que con el paso de los minutos nos atentemos a jugar sin mayores contemplaciones que no sean que el asunto pase rápido. El problema es que, como en la propaganda ideológica y en la publicidad, Larraín trafica cosas entre las imágenes, por eso el cine emerge como una excusa expresiva para que mas o menos accedamos a lo ominoso de la vida privada, que es una estrategia que el director viene usando con bastante desverguenza como el mago que hace e mismo truco cincuenta veces.

El Pinochet-vampiro (Jaime Vadell) es una figura que parece novedosa (“uuuuh, covirtió a un dictador que abrió descaradamente la economía chilena en un vampiro, qué metáfora espectacular”) pero en el fondo tiene más años que Matusalén: en serio Larraín usa a las formas, las estrategias retóricas y los modos de un género para redundar en lo que los personajes nos verbalizan cada cinco minutos de forma descarada? Si, porque la letra con sangre entra.

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