El frío en los huesos

Por Marcos Ojea

Little Bone Lodge
EE.UU., 2023, 94′
Dirigida por Matthias Hoene
Con Joely Richardson, Neil Linpow, Sadie Soverall, Harry Cadby, Roger Ajogbe

Una noche de locos

Quizás inspirado por los avances de la medicina, que permiten que la vida de las personas sea más larga, a alguien se le ocurrió que las películas también deberían ser más largas. No solo largas; abrumadoramente largas. 170 minutos, 180, 200. Lo que de. Es una conversación recurrente con amigos, después de ver casi cualquier estreno reciente. Che, que larga. Por eso, cuando aparece una película que apenas rebasa la hora y media, se agradece su capacidad de síntesis. El frío en los huesos, del alemán Matthias Hoene, dura 94 minutos, y es un ejemplo de cómo contar muchas cosas en poco tiempo, a toda velocidad, y que funcione como un mecanismo aceitadísimo.

A una granja de alguna zona rural de Inglaterra llegan, de noche y en medio de una tormenta, dos hermanos, criminales en fuga, que tuvieron un accidente. Matty (Harry Candy) arrastra el cuerpo ensangrentado de Jack (Neil Linpow), todavía vivo pero en estado crítico. En la casa los recibe una familia tan apacible como inquietante: la madre (Joely Richardson), cuyo nombre no se dice, el padre (Roger Ajogbe), que permanece catatónico en una silla de ruedas, y la hija, Maisy (Sadie Soverall), una adolescente sumisa y obediente. La madre, que curiosamente tiene conocimientos sobre enfermería, ayuda a Jack, y los invita a pasar la noche ahí, hasta que calme el temporal. Todo sucede en pocos minutos y pone las cartas sobre la mesa: un juego tenso de poses amables, entre personajes que ocultan más de lo que dicen, que pronto deriva en una carrera por la supervivencia.

Apenas pone en marcha su engranaje, El frío en los huesos empieza a acumular giros que conviene no adelantar. Algunos son impactantes y otros son absurdos, pero cumplen porque la película nunca abandona su ritmo frenético, llevándose por delante las muecas escépticas. Sin embargo, es posible percibir la presencia subterránea de otras obras: la idea inicial recuerda a Retreat, y en las sucesivas vueltas del guión pueden hallarse ecos de Misery, de Good Time y de la serie The Act. Influencias directas, referencias canibalizadas, es lo de menos. Hoene las aprovecha para dar forma a un thriller tan eficaz como discreto,orgullosamente clase B, que solo tambalea cuando se deja ganar por la misantropía. Es decir, ese momento crítico donde todos los personajes parecen merecer lo que les pasa. Pero el temblor es breve, y la película no tarda en reanudar su acelerado devenir regado de falopa. Un subidón de hora y media que aparece como un descanso, con la vista puesta en las duraciones elefánticas y grandilocuentes (ejem, Oppenheimer) que se nos vienen encima.

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