La noche del demonio: La puerta roja

Por Santiago Gonzalez

Insidious: The Red Door
EE.UU., 2023, 107′
Dirigidan por Patrick Wilson
Con Ty Simpkins, Patrick Wilson, Rose Byrne y Hiam Abbass

Impersonalidades

Permutaciones. Mientras veía La noche del demonio: La puerta roja no dejaba de pensar que no importaba quién fuera el director. Y digo esto porque esta quinta entrega de la saga se presentó como la ópera prima del actor Patrick Wilson, protagonista de las dos primeras películas de esta franquicia al igual que de El Conjuro -la otra de las sagas de terror iniciadas por James Wan-, que es su hermana simbólica. Más allá de una operación de marketing, se trataba de una apuesta segura que, podíamos  presuponer,  no iba a fallar: quién podía saber más que el actor arquetípico de la saga? Incluso más ahora, sabiendo que la película fue un éxito de taquilla inmenso. Pero…a decir verdad, realmente podría haberla dirigido cualquier otro y el resultado hubiera sido el mismo.

Zona de confort. Si uno ve las anteriores dos Insidious dirigidas por Leigh Whannel y Adam Robitel tampoco hay una gran diferencia. Tiene el mismo tono visual, las mismas ideas de puesta en escena y también la misma defensa de la familia, porque ante todo estas películas son bastante conservadoras. No lo digo como algo malo, aclaro, pero en el fondo son propuestas seguras que no se corren de los límites autoimpuestos, incluso los ideológicos. Tal vez mucho tenga que ver con que el padre de la saga, James Wan, no está presente como director y por ende la elección pasa por no salir de la zona de confort como sí pasaba con Insidious 2 en donde las cosas se jugaban un poco más allá de lo previsible, complicándose si, pero moviéndose en aguas turbias.

Multiversos. Las Insidious y luego todo ese universo de El Conjuro (¿habrá algún momento en que ambas sagas se crucen?) parecieran moverse por una lógica impuesta por Marvel. Ya no se trata de un grupo de secuelas autoconclusivas, sino un universo en donde todo es igual de uniforme, en donde el director ya no importa sino lo que importa es la marca. Si bien a favor de Marvel podría decirse que tenían este plan diseñado desde el principio, aquí, en cambio, los hijos bastardos de Wan se suben a un carrito de moda y lo que queda es un universo confuso, innecesario y en general bastante mal realizado por directores que no tienen experiencia ni talento para hacer una buena película de terror, como demuestra La monja y El conjuro 3. O las impresentables spin-off de la sub-saga Annabelle.

El padre de la criatura. ¿Qué trae de nuevo Wilson a esta secuela? Nada, más allá de la profesionalidad en todos los rubros técnicos. Es un trabajo prolijo visualmente pero que demuestra, como ocurre con todas las películas post Wan (o sea esas películas que siguen el universo que él creó), que ninguno de los directores entiende cómo construir una escena de terror. Hay pinceladas, atisbos, pero con eso no basta. Se filma al pie de la letra lo que el guión expresa sin pensar en cómo (re)interpretarlo ni hacer evolucionar la saga. Una gran diferencia con Wan, quien entendió y perfeccionó cómo crear una escena de terror y seguir multiplicando las ideas audiovisuales a lo largo de los años. El tiempo dirá qué le deparará a Wilson. Si terminará sorprendiendo como hizo Whannel o decepcionará, como ocurrió con Robitel. O resolveremos, en todo caso, si  La noche del demonio: La puerta roja simplemente fue un capricho.

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