El otro hijo

Por Marcos Ojea

Colombia – Argentina – Francia, 2023, 89′
Dirigida por Juan Sebastián Quebrada
Con Miguel González, Ilona Almansa, Jenny Nava, Simón Trujillo, Gabriel Taboada, John Hurtado

Enséñame a soñar


Inspirada en sus propias vivencias, la ópera prima del realizador colombiano Juan Sebastián Quebrada propone un abordaje sobre el duelo que no está exento de incomodidad. Al principio, la sensación es la de que los protagonistas son dos: Fede y Simón, hermanos, adolescentes. Simón es el más popular, el que tiene novia, el más carismático, mientras que Fede se muestra introvertido, no necesariamente tímido, pero sí más apocado, menos trascendente a los ojos de los demás. Los dos se quieren, se apoyan y lo demuestran, hasta que algo sucede en una fiesta y Simón termina muerto, estrellado contra el pavimento. Entonces aparecen las preguntas. Si fue un accidente, si lo mataron, o la más incontestable de todas: si saltó por propia decisión.

Lo que sigue es la crónica descarnada (pero no miserable) de una familia que se desmorona. La madre, cuyo dolor y negación son tan grandes que su duelo toma ribetes esotéricos, y Fede, ese otro hijo del título, acostumbrado al rol de acompañante en la vida de su hermano. En lugar de trabajar ese proceso desde el interior de los personajes, Quebrada decide ponerlos siempre en relación a su entorno. De ese contrapunto surge la incomodidad; salvo en contadas excepciones, a la mayoría de la gente le cuesta convivir con quien sufrió una pérdida. Se acompaña en silencio o, en el otro extremo, se sobrecarga el aire de palabras que no alivian y hasta incluso molestan. O se toma distancia, que es lo que hacen los familiares cuando la madre ve una y otra vez los videos de Simón de bebé, e interactúa con ese recuerdo. Lo mismo ocurre con los amigos, después de que Fede, borracho en una fiesta, se besa con Laura, la novia de Simón. El proceso de duelo está lleno de decisiones absurdas e intempestivas, y la película las observa sin juzgarlas.

Si bien la familia está en primer plano, el director también se da el espacio para construir un retrato de juventud en Bogotá, centrado en un grupo de adolescentes con vidas más o menos acomodadas (al menos desde lo económico), a los que la muerte de un amigo los deja en suspenso, estáticos. En principio negados a que las circunstancias sigan su curso normal, y después volviendo a las noches, al reviente, como un exorcismo del dolor. En el medio de esa vorágine está Fede (gran interpretación de Miguel González), que por un lado quiere entender qué pasó con Simón, y por el otro quiere hacer su propio camino; ir a estudiar música a París, vivir experiencias, acostarse con una chica sin estar devorado por la culpa de que esa chica salía con su hermano. Fede está tan arrinconado por los conflictos que no consigue llorar, y encima lo señalan por eso. Por suerte, y entendiendo de primera mano el tránsito pesado y sin sentido que muchas veces significa un duelo, Quebrada le otorga a su protagonista una salida. O, al menos, el empujón para seguir adelante, aceptando que ciertas tristezas nunca se van, pero se transforman en cimientos fuertes sobre los cuales edificar una vida. 

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