El poder de los centavos & Blackberry: el inicio de la historia

Por Luciano Salgado

Dumb Money
Estados Unidos, 2023, 104′
Dirigida por Craig Gillespie.
Con Paul Dano, Shailene Woodley, Talia Ryder, Seth Rogen, Pete Davidson, America Ferrera, Sebastian Stan, Nick Offerman, Olivia Thirlby, Vincent D’Onofrio, Myha’la Herrold y Dane DeHaan.

BlackBerry 
Canadá, 2023, 121′
Dirigida por Matt Johnson.
Con Jay Baruchel, Glenn Howerton, Matt Johnson, Cary Elwes, Saul Rubinek, Michael Ironside, Rich Sommer, Sungwon Cho, Michelle Giroux y Mark Critch.

La empresa de vivir (baby you’re a rich man)

Las hay de distinto tipo (éxito final con ascenso esforzado o apogeo y caída, con éxito inicial y fracaso final, pero incluso también las hay del tipo cíclico, en donde lo que pudo se un éxito no es necesariamente un fracaso, pero no se modificó mucho desde el punto de partida…aunque el éxito y reconocimiento incluso sea post mortem o cuando el protagonista de la historia ya no puede disfrutar de los laureles), pero las success story resultan novedosas para el cine en el último decenio, aunque, en el fondo, su origen pueda rastrearse hasta las biopics de la Warner en los 30’s. De todas maneras, las SS, que también tienen antecedentes que pueden rastearse hasta la literatura, encontraron en las empresas de servicios, startups, apps, artefactos electrónicos, redes sociales u otra clase de avance que hoy forme parte de nuestra vida cotidiana, la mejor excusa para hablar, como casi siempre, de la experiencia humana.

Curiosamente dos películas de 2023 que circularon bastante por medios non sanctos -pero también tuvieron su paso por festivales-, se estrenaron en el mes de febrero en dos plataformas distintas…y ostentan varios puntos de contacto. Hablamos de Dumb Money y de BlackBerry, películas incluso hermanadas fonéticamente, por su composición en base a dos palabras (olvídense de la tontera de la traducción de El poder de los centavos para la primera y BlackBerry: el inicio de la historia para la segunda, que no nos economizan en nada la redacción), pero sobre todas las cosas hermanadas porque se trata de dos tipos distintos de success story: la primera al narrar un éxito final con ascenso esforzado y la segunda al narrar un apogeo y caída. Lo cierto es que ambas se proponen una pequeña épica invertida, en donde la historia con mayúscula queda mayormente fuera de campo y lo que reverbera es la historia menor, en donde la cadena de matices en los esfuerzos, fracasos, pequeños logros, agachadas, traiciones componen el reverso de la trama de lo que hoy por hoy no cuestionamos demasiado porque forma parte de la experiencia habitual.

Blackberry funciona como una comedia precisa, que devuelve a la escala de lo cómico aquello que otra success story como Red Social llevaba al terreno de la carga melodramática de crecer y quedarse solo. En Blackberry el juego es del orden de las amistades, no de los amores de pareja. Y en todo caso la pareja afectada es dispareja, entre el tono deadpan de Jay Baruchel (como el geniecito al que todos pueden aplastar hasta que se da cuenta que no quiere más ese rol para sí) y los modos explosivos de Glenn Howerton (que juega el papel del villano perfecto y tiránico, pero a su vez el primero en entender que todo éxito puede ser, también, una burbuja temporal, más allá de las ganancias, en la vida misma). En ese aspecto, el cuento moral que narra la película es especialmente áspero y melancólico. Y el momento en el que se sitúa la historia no puede ser mejor: la transición entre los 90s, época de las últimas generaciones sin redes sociales y los primeros dosmiles, donde nuestro ecosistema de relaciones cambia para siempre.

La historia que narra Dumb Money, a tono con los modos del humor de su director, es deliberadamente más veloz en la superficie, acaso porque dispone un artefacto pop de referencias informativas que precisan que estemos muy atentos a los datos para no perdernos en la maraña de números. No obstante, a cambio de eso, a veces confunde velocidad con acumulación y aturdimiento, por lo que resulta mucho más facil perderse en los vericuetos de su narrativa endiablada, y, por consiguiente, se vuelve mucho más difícil empatizar con sus personajes, que huyen de nosotros, para que no los querramos, para que no nos tomemos el asunto demasiado en serio. De ahí que su cuento moral tenga un inevitable tufillo contradictorio, porque juega a narrar un cuentito woke anticapitalista…en el seno de una historia en el pleno centro del capital especulativo, con personas comunes ganando y perdiendo guita en la bolsa por seguir los consejos de un gurú económico de youtube. Lo curioso, no obstante, es que cuando menos se concentra en los números y más en las personas es cuando mejor se mueve. Pero es muy irregular en los modos.

Contrario al caso de Dumb Money, en Blackberry los objetos son herramientas dramáticas que nos permiten entender a las personas (algo que Sorkin entendió a la perfección en Red Social y en Steve Jobs, otras dos enormes success story). En este punto resulta interesante comparar cómo ambas películas comprenden que las relaciones humanas también pueden ser expresadas en un cúmulo de intensidades, en un puñado de nervios proyectados sobre acciones mínimas, como apretar un teclado, como terminar una nota, para no hacernos cargo de otras cosas, hasta que la vida nos recuerda que las cosas se terminan y se rompen. Y las relaciones también.

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