Ella dijo

Por Sergio Monsalve

She Said
EE.UU., 2022, 129′
Dirigida por Maria Schrader
Con Zoe Kazan, Patricia Clarkson, Carey Mulligan, André Braugher, Jennifer Ehle, Ashley Judd, Angela Yeoh, Maren Heary, Sean Cullen, Anastasia Barzee, Hilary Greer, Tina WongLu, Nancy Ellen Shore, Wesley Holloway, Stephen Dexter, Emma O’Connor, Brad Neilley, Katie Nisa, Stephanie Heitman, Sujata Eyrick, Justine Colan, Elle Graham, Rand Faris, Anita Sabherwal, Leah Kreitz

El silencio

“She Said” narra la historia del caso Weinstein, según la óptica de las dos reporteras de New York Times que investigaron y expusieron la denuncia, cambiando el rumbo de la historia del cine, del país y del mundo, para dar lugar al movimiento Me Too.
De entrada diré que las buenas intenciones del filme no se condicen con un acabado logrado en lo estético y conceptual. 
Formalmente es una película tan chata y previsible como la reconstrucción de su trama, basada en la vida real de actrices afectadas por el abuso y el acoso del productor. 
La cinta aspira a ser la respuesta femenina de un género que aportó algunas obras maestras para el Oscar, sobre todo quiere ser la réplica de “Todos los Hombres del Presidente”. 
En algún sentido, la dirección de Maria Shrader actualiza el suspenso y la paranoia que vivimos en el contexto del llamado cine de “la totalidad de la conspiración”, entre los setenta y ochenta, producto de la mala conciencia y el mea culpa que generó el escándalo de Watergate. 
Luego, aquella tendencia de complot tuvo una memorable traducción audiovisual en el desquiciado montaje de Oliver Stone en “JFK”, muy a pesar de sus teorías pasadas de rosca sobre el asesinato de Kennedy. 
Pero al menos existía el interés por sacudirnos, a partir del barroquismo y la desmesura que caracterizó al realizador en su etapa dorada. 
Ni rastros de ello en la desangelada “She Said”, a la que como mínimo le hace falta alguien que interprete al monstruo de Harvey, a la manera de un John Candy en “JFK”, por ejemplo, sudando y comiendo como un pez gordo. 
Uno de los principales problemas del largometraje, es precisamente su prejuicio de cancelar a un personaje, de privarlo de contexto y profundidad, por un tema más de la corrección política de los nuevos tiempos, que por un asunto de contundencia a la hora de escribir y diseñar el producto, de modo de no ofender a potenciales espectadores sensibles del milenio. 
 “She Said” tiene la virtud de seleccionar a dos estupendas actrices, que inspiran en su interpretación del oficio de unas reporteras abnegadas, mostrando los ciertos percances que rodean su trabajo, siendo víctimas del séquito de espías y sapos de Harvey. 
Por igual, deben superar el obstáculo de la desconfianza laboral que se les interpuso en el camino, dentro de la propia empresa. Descubrimos los entornos familiares de ambas, empatizamos con ellas en su cruzada por limpiar la casa sucia del Hollywood independiente, después de su proceso de corrupción y explotación de mujeres vulnerables. 
Por último, acompañamos el arco dramático hasta su desenlace, donde ellas triunfan por encima de la adversidad, en un clásico happy ending, que provocará cambios positivos y protocolos distintos, a favor de ellas y sus derechos. 
Insisto, me parece que todo ello es perfectamente razonable y digno de argumentarse. 
Pero disiento del conformismo y el maniqueísmo con que se teje el drama, sin mayores matices o dimensiones. 
Pondré un ejemplo para explicarme. 
“El Silencio de los Inocentes” es una película de puro empoderamiento femenino, concentrada en la mirada de su detective. Es ella la que la conduce nuestra entrada al laberinto de un mundo oculto, en el que descubre a un súper villano. 
¿Qué ocurre?  A diferencia de “She Said”, la genialidad de Jonathan Demme se acuerda que una película no es un reportaje plano de buenos contra malos. 
Por ende, a una enorme actriz como Jodie Foster, responde con un Antonhy Hopkins en el papel de su vida. 
Al despreciable caníbal lo escuchamos y lo atendemos en unos aterradores primeros planos, que nos obligan a reflejarnos en su espejo, que quizás tenga que ver no con un hecho aislado y personal, sino con una naturaleza humana que se desvío y que nos invita a reflexionar en la psicopatía posmoderna, en el devenir de un tiempo muy violento. 
Hanibal conversa, incluso tiene derecho de defender su locura y hasta ayuda a Clarice a resolver parte de su conflicto emocional y policial. Ella también lo psicoanaliza y surge una extraña amistad como de Casablanca. De ahí que sea prototipo para el cine que se desarrollará a continuación. 
Mucho de ello se respira en la inquietante “Dhamer”. O antes, en la esencial “Taxi Driver”, acerca de un veterano radical y enfermo de venganza. 
Por tanto, “She Said” elude con timidez el compromiso cinematográfico de proyectar la inteligencia del mal, imaginando que así afirma su visión política. 
En consecuencia, apenas conoceremos de Harvey su voz grabada, su espalda, su sombra de mafioso. Es un recurso interesante el del fuera de campo, pero no es suficiente en “She Said” para convertirla en la película definitiva acerca del tema, que es lo quiso ser de cara al Oscar. 
Por eso pasa desapercibida. Cuestión de tenerla en consideración, para saber cómo enfocar futuras revisiones y correcciones. 
Me temo que “She Said” es víctima de la cultura de la cancelación, de un armado woke que cree elaborar ejercicios reivindicativos, negando entidad a sus oponentes morales. No vaya a ser que se cometa el sacrilegio de robarles a las reporteras algún protagonismo. 
Así le va a “She Said”, fallida y desabrida por su rigidez dialéctica. 
En efecto, rompe con el código del periodismo en el medio, cuyo objetivo es compartir las dos caras de una historia. Aquí se baja línea por una sola calle. 

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