First Reformed

Por Sergio Monsalve

EE.UU., 2017, 108′
Dirigida por Paul Schrader
Con Ethan Hawke, Amanda Seyfried, Michael Gaston, Cedric the Entertainer, Victoria Hill, Philip Ettinger, Bill Hoag, Michael Metta, Frank Rodriguez, Mahaleia Gray, Elanna White, Satchel Eden Bell, Joseph Anthony Jerez, Jake Alden-Falconer, Otis Edward Cotton, Delano Montgomery

Verdugos

Paul Schrader escribió Taxi Driver para Martin Scorsese, entre otros hits de la edad dorada del nuevo Hollywood. La conciencia culposa y martirizada del guionista era la de su generación desencantada del síndrome postraumático de Vietnam y Watergate. El argumento revisaba el tropo que podemos reconocer en un western como Más corazón que odio, ubicando la tragedia redentora del protagonista en la cloaca de la Gran Manzana de los setenta, una megalópolis particularmente mugrosa y distópica para la época.

Fui en busca de los residuos de Travis en los noventa, haciendo una movida Dark Tourist. Visité los últimos cines porno de Times Square, escudriñé la escoria entre el Bronx y Queens, pateé las malas calles de Brooklyn, intenté palpar el ambiente bohemio del Village. Pero el tiempo había pasado. La Nueva York de la película de Scorsese sufría de un proceso de limpieza y gentrificación, entregando la ciudad a los diseñadores de las corporaciones, de Wall Street y de los parques temáticos de Disney. Jean Baudrillard diseccionó el simulacro de la Manhattan finisecular en un agudo ensayo que todavía resulta efectivo.

Hoy la corrección política, el higienismo y el afán de purificación urbana dominan y censuran la escena de la producción de contenidos, de imágenes y películas.

Así Paul Shrader y su obra difícilmente lleguen a la cartelera del mainstream, controlada por los efectos derivativos de las franquicias y las series. Por tanto, el autor parecer volver a los tiempos de la periferia y de la clandestinidad de los espacios alternativos. La academia lo ignora, a diferencia de Spielberg. En cambio el Scorsese de Los Infiltrados sí obtuvo el reconocimiento del Oscar, al atemperar su vehemencia y adaptarse al cultivo profiláctico de los géneros de explotación en Hong Kong. Martin, con todo y su vigencia, es un realizador domesticado por los institutos y las agencias de relaciones públicas.

Entiendo el hype con Eastwood, uno de los nuestros. Sin embargo, difiero de su actual convención neoclásica. La siento estancada, patriotera y museificable. Hasta resulta inofensiva desde su afirmación conservadora. El Eastwood incontestable, de su época de semiretiro, es un pequeño invento de la prensa hipster. Ya filmó sus verdaderos filmes testamentarios. Vive de las rentas y de los plagios de su marca, como Gus Van Sant y David Cronenberg. Lo mismo el David Lynch celebrado por Cahiers. ¿Por qué no se le discute en los corrillos de las revistas especializadas, en lugar utilizarlo como tapa del número del mes o gancho de una lista de lo mejor del año? Si acaso recuerdo una honesta lectura de Quintín sobre los infladísimos capítulos de la tercera temporada de Twin Peaks. Del resto, puro entusiasmo de barra brava.

Del grupo de veteranos, pues prefiero la insumisión de Paul Schrader, ajeno a cualquier pacto con las ligas de la decencia y la condescendencia. Seguramente comparto una opinión temeraria, sujeta a la discusión. Puedo argumentarla en las siguientes líneas, dejando el debate para el foro. First Reformed anima temas y obsesiones del director, como quien siempre esta retornando: su reescritura del martirio de los evangelios, su amoralidad y distanciamiento en el enfoque narrativo, su profundo existencialismo y nihilismo, su desilusión estética y ética ante los pilares de la institucionalidad occidental, su frialdad calvinista y bressioniana. Ahí, en la casilla de los autores, la película depara escasas sorpresas.

Los planteos de Schrader regresan a los golpes de Toro Salvaje, a los delirios kamikazes de Mishima, a los latigazos de           La última Tentación de Cristo, a los dolores familiares y corporales de Dias de furia, al sentido redentor de Traficantes (también conocida en habla hispana como Posibilidad de escape)

Enfermo y devastado, el protagonista no para de beber y de atormentarse en sueños y pesadillas buñuelescas. Al personaje lo interpreta un espléndido Ethan Hawke en el papel de un pastor en estado de depresión. Su crisis es un síntoma del contexto y producto de una realidad emparentada con la película de Scorsese con su taxista alucinado. En First reformed el reverendo perdió a un hijo en Irak y debe atender, como psicólogo popular, el caso de una pareja afectada por las ideas extremistas. La lectura de fondo deja claras las referencias al radicalismo de los años recientes en la América olvidada e indignada. Y el huevo de la serpiente (el origen de la violencia es otra de las obsesiones de este director y guionista) del terror va incubándose de a poco, hasta estallar en el drama de la historia. Típicas estratagemas del autor, aunque no menos estimulantes, dado el impacto y el manejo dúctil de los recursos retóricos del plot.

Así y todo, algunas cuestiones me generan ruido y suspicacia. Estimo gruesa y estereotipada la crítica al estamento religioso. Ciertamente permite ventilar el descontento por los errores cometidos por la Iglesia, hoy con un núcleo de oídos expectantes y distintos a los que podrían haber escuchado apenas algunos años atrás. No obstante, se cargan las tintas con los villanos de sotana, al servicio de un complot, algo que también habla sobre la época, ya no de la película sino extracinematográfica. Por fortuna, el propio relato corrige sus faltas en un desenlace menos maniqueo de lo anticipado; más noble, si, pero también, en alguna medida, mágico en su aparente happy ending.

El epílogo niega el baño de sangre que repicaría al de un Travis, abriendo, como alternativa, la compuerta a una unión de almas libres al límite del pecado. Una salida hippie frente al equívoco de combatir al fuego de la corrupción con flamas de anarcoradical. La pantalla se torna kitsch y de colores rockwellianos. La fantasía restaura conocidos cuadros del neorrealismo italiano y del Dreyer refrescado por Von Trier.

Paul Schrader ha confeccionado uno de sus milagros iconoclastas. Lo bancamos porque sus campanas no se doblegan al ritmo de los estándares y las modas. Su Caro Diario nos invita a empatizar con él, admitiendo sus deslices humanos y creativos.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter