Hazme el favor

Por Federico Karstulovich

No Hard Feelings
EE.UU., 2023, 103´
Dirigida por Gene Stupnitsky
Con Jennifer Lawrence, Andrew Barth Feldman, Matthew Broderick, Laura Benanti, Natalie Morales, Scott MacArthur, Ebon Moss-Bachrach.

Why can’t we be friends

1. Vi No hard feelings hace tres meses, luego de una semana fatídica de trabajo y cansancio y me quedé fascinado, porque como lo hacen las mejores comedias, me arrancó de cuajo de esos días agotadores que me estaban consumiendo. La recordaba como una comedia de otro tiempo, perteneciente a un imaginario más cercano a los noventa que a la actualidad. Disfruté el desparpajo de Jennifer Lawrence (entre ellos la extraordinaria pelea desnuda en la playa, que debe ser uno de los mejores desnudos en cine de las últimos cuatro décadas), el modo creativo de pensar la comedia romántico-sexual mezclada con lo que podríamos llamar una bromantic comedy entre hombre y mujer (intenté pensar un neologismo que incluyera “sis” en la palabra pero desistí), pero fundamentalmente me había gustado mucho el tono con el que le hablaba al presente desde las tradiciones del gènero (pareja dispareja, torpeza física como figuración de ganas de coger, el sexo como monstruo, etc). Y el estreno se bajó ese mes y un par de veces más.

2.Llegó Agosto y Hazme el favor se estrenó (es decir, No hard feelings tuvo su estreno comercial) y me propuse volver a verla ya que el recuerdo que tenía era excelente. Pero pasaron cosas. Y empezaron a aparecer los problemas. Y lo que me había gustado mucho en la primera pasada chirriaba mucho en la segunda: lo que en la primera pasada me parecía salvaje y extraordinario en esta segunda pasada se revelaba de otro modo: una comedia romántica que se ofrecía como tal pero que constantemente estaba atentando contra uno de sus principios: el sexo como práctica antes que como promesa. Entonces la segunda posibilidad: se trata de una comedia sexual-adolescente (las raunchy-comedies) mezclada con un coming of age, en donde, precisamente, el sexo es una frustración o una promesa? Eso tenía mucho más sentido que pensar el asunto como una comedia romántica. Pero incluso como raunchy había algo del tono que me molestaba a la vez que había algo de la operación que me gustaba. Por un lado me molestaba el rol en el que la película ponía a sus protagonistas constantemente, pero al mismo tiempo me gustaba la operación de ir a contrapelo del presente con un formato casi extinto para señalar el puritanismo del mainstream actual. Y me di cuenta que quizás el mayor problema venía por ese lado: lo que me gustaba y me gusta de la película es que parte de lo que dice se siente fuera de este tiempo, pero al mismo tiempo siento que tiene que forzar esa pertenencia, como si precisara establecer un statement sobre la comedia y la corrección política…pero olvidándose un poco de la comedia, incluso en la constante necesidad de que los personajes tengan que explicarse a sí mismos y a su pasado.

3. Volví a verla por tercera vez y no sé si las ideas se ordenaron o se enquilombaron más, pero de seguro me terminé de asegurar que No hard Feelings no es Amigos con derechos ni American Pie, pero afortunadamente tampoco es Los Ángeles de Charlie (2018). Y quizás su encanto haya que buscarlo no cuando la película necesita diferenciarse ni cuando se acerca al presente al negar un género patriarcal como la rom-com, sino cuando la comedia, que es una de las formas de la felicidad en el cine se hace presente por sus rendijas. Y cuando la comedia no le pide permiso a nadie hay bestialidades, salvajadas, corazón, cuerpo, fluidos y amistades imprevisibles. En esos resquicios es donde Hazme el favor no nos deja ir, porque es una película con más ideas de las que declara (en particular las visuales), porque es una película en la que los actores ponen todo lo que tienen en juego y salen airosos (justamente gracias a los excesos) y porque en definitiva no sé si nos engaña con lo que dice y con los géneros que se propone abordar. Creo que, en todo caso, una parte suya es hija de su tiempo y por eso nunca el desborde es paroxístico, sino que todo el tiempo se controla a sí misma (en particular con el montaje y con el encuadre). Encerrada en sus propias contradicciones, aún así, resulta una película mucho más honesta que la que demolieron las gacetillas que se sacan el estreno de encima porque, ojito-ojete, Barbie y Oppenheimer siguen en cartel y hay que seguir hablando del humo.

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