La carga de la prueba

Por Federico Karstulovich

Burden of Proof
EE.UU., 2023, 4 episodios de 50′
Creada y dirigida por Cynthia Hill
Con testimonios de Stephen Pandos, Ron Pandos & Marge Pandos

Los muertos vivos

Cuando terminamos de ver La carga de la prueba (el título en inglés no puede ser más acertado, incluso con mayor peso semántico que en español: por un lado refiriendo a la terminología jurídica, pero por otro refiriendo al carácter de maldición, traducción que la palabra “carga” no termina de reflejar respecto del original “burden”) no somos los mismos que cuando comenzamos. Básicamente porque cuando llegamos creemos que nos vamos a enfrentar a un true crime más o menos previsible. Pero cuando terminamos se nos revela una tragedia familiar irreparable que, además, carga con un crimen irresuelto. Y la carga de la prueba también se convierte en carga de culpa, pero en la dirección contraria a la que imaginábamos.

Stephen Pandos, hoy un adulto que ronda los cincuenta años, recuerda el trauma que lo ha acompañado toda su vida: 36 años atrás su hermana desaparece de la faz de la tierra sin dejar rastro alguno. Pero contrario a casi cualquier exponente que conozcamos dentro del género, los responsables se nos revelan a los primeros minutos: sus padres (y los de su hermana) son los dueños de todas y cada una de las sospechas por la desaparición (más no por ningún crimen, ya que no existe prueba de tal cosa). Pero si la punta del ovillo fuera el ovillo completo nada de lo que sigue tendría el menos sentido. La clave de La carga de la prueba es que creemos estar ante un enigma judicial, pero el centro duro de lo que nos narra a lo largo de sus cuatro episodios es el recorrido de la reconciliación de un hombre con su pasado y con sus padres. 

Pero hay un segundo orden, si seguimos la lógica del hilo, del laberinto y del minotauro asociados al policial. El segundo orden que vuelve apasionante y adictivo el visionado de La carga de la prueba es que creemos estar frente a un policial que en algún momento nos revele algún espanto pero en el fondo es como si cada vez que penetráramos en el proceso de resoluciones el enigma bifurcara sus posibilidades cada vez más, hacia un infinito de irresolución. En definitiva, La carga de la prueba es un policial invertido, porque comienza con una resolución para luego, a cada paso ir disolviendo las certezas de la racionalidad.

Como si se tratara de un detective improvisado, Stephen Pandos, el hermano traumatizado, recorre todos y cada uno de los detalles que llevaron al procesamiento de sus padres (y la correspondiente ruptura del vínculo) para descubrir, como en casi todo policial negro que se precie, que la policía hizo todo mal, que sus padres no son demonios pero tampoco santos, pero sobre todas las cosas, que esta obsesión le ha costado la vida y sus propios vínculos destrozados (un poco al estilo de lo que proponía I’ll be gone in the dark). En ese recorrido, cuando la serie termina, nada se ha resuelto en relación al crimen, es cierto, pero una carga (la de resolver el caso de manera definitiva con la presunción de que los padres siempre habían estado detrás) es suplida por otra (los padres son exonerados jurídicamente, demostrándose que no tuvieron la menor incidencia en la desaparición de la joven quinceañera), la carga de una culpa de la que no es fácil desembarazarse: cuando el rencor nubla la mirada las personas se mueren, envejecen, el tiempo pasa y, finalmente, también morimos un poco, pero en vida. 

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