La gran exclusiva

Por Amilcar Boetto

Scoop
Reino Unido, 2024, 103′
Dirigida por Philip Martin
Con Gillian Anderson, Keeley Hawes, Billie Piper, Rufus Sewell, Romola Garai, Richard Gouldin, Amanda Redman, Connor Swindells, Lia Williams, Paul Popplewell, Raffaello Degruttola, Aoife Hinds,Tim Bentinck, Gavin Spokes, Atul Sharma, Dywayne Thomas

Lo obvio y lo obtuso

Informe central. Hay una escena en La Gran Exclusiva en la que su protagonista, mientras observa algunas fotografías de las adolescentes que salen de la mansión de Epstein en New York, mira a otro grupo de adolescentes divertirse en un colectivo en Londres. Paralelismos como estos pueblan la  película. Los adolescentes en el metro se repiten dos veces y luego se reemplazan por una pared  llena de fotografías de las víctimas. Resulta obvio, por tanto, que la película de Philip Martin no se caracteriza por la sutileza. Más bien el esquema de trabajo que prevalece aquí es el del subrayado. El trazo grueso expositivo se vuelve centro, entonces, tanto en las imágenes como en los diálogos, pero también en el uso de la música, en las actuaciones. En definitivas cuentas, una película-informe. 

Let them talk. Sin embargo, los diálogos y las imágenes de la película adquieren otra impresión cuando los  personajes tienen que hablar. Es decir, cuando los hechos se los exigen, los personajes parecen hablar no al servicio de la narración de la película, sino que al servicio de la información para los espectadores. La redundancia es tal que Martin arma un entramado groseramente claro, hasta lo obsceno. Para eso llena la película de signos ocupados de  reforzar lo que en ese momento ya era una obscena transparencia. 

¿Entonces? Así las cosas, hay un momento en el que La gran exclusiva llega adonde la trama apunta.Y, curiosamente, en ese momento la película se vuelve potente. Hay dos momentos puntuales en los que esto sucede: el momento en el que Sam convence a  Andrew para acceder a la entrevista y la entrevista en sí misma. Gillian Anderson y Billie Piper adquieren otro semblante porque, entre otras cosas, parecen entender y creer lo que dicen, y es  la forma en la que Martin decide filmarlas lo que parece dotarlas de esa conciencia. Quizás por su condición tan evidente de escenas fractales es que la película les reserva  prácticamente toda su construcción y su expresividad. De hecho, casi todo el resto de las escenas de La Gran Exclusiva parecen subrayadas fundamentalmente por su falta de duración: Martin suelta esas imágenes solas con la seguridad de que estas signifiquen algo demasiado potente como para no tener que agregar algo más, pero antes que potentes resultan obvias por su falta de oposición, por su ausencia de tensión. Algo radicalmente opuesto a lo que sucede en  la entrevista, en la que Martin desdobla y hasta coraliza el punto de vista, generando al menos  tres oposiciones claras (la tercera posición la marca el personaje de Amanda, quien ya intuye el  desastre que se le viene a Andrew) que se respiran en la escena.  

Pantalones. En sus dos escenas centrales, La Gran Exclusiva se impone como una película inesperadamente compleja, en la que ningún personaje, ni ningún gesto revela o, mejor dicho, transparenta lo que parece. Lo que viene después es una puesta en escena de la explicación, en donde la marca de fábrica la pone la casa productora, Netflix, diseñada para que  nadie se quede afuera. Pero yo decido quedarme con lo anterior, con ese momento de perversión más  sutil, por lo tanto mucho más tenso y hondo: ¡pantalones!, pero también con el momento anterior en el que, en una inesperada pero justa defensa a la televisión, los periodistas de la BBC  anticipan que Andrew puede pronunciar esa palabra, precisamente sobre la vestimenta de Emily.

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