La masacre de Texas

Por Santiago Gonzalez

Texas Chainsaw Massacre
EE.UU., 2022, 82′
Dirigida por David Blue Garcia
Con Sarah Yarkin, Elsie Fisher, Jacob Latimore, Moe Dunford, Olwen Fouere, John West Jr., Alice Krige, Nell Hudson, Mark Burnham, William Hope, Jessica Allain, Sam Douglas, Jolyon Coy

Soltar

Miremos atrás. Si descontamos la secuela dirigida por Tobe Hooper y esa cosa extraña que fue la precuela dirigida por el duo Alexandre Bustillo y Julien Mary, la “saga” de La Masacre de Texas bien podría tratarse de una anomalía en donde todas las películas son remakes de la original, en una suerte de competencia por reescribir y versionar un mismo tema pero con algunas variantes. Asi lo demuestran la tercera, la cuarta parte y, valga la redundancia, la remake y su precuela, sin olvidar, claro, la secuela en 3D. Un verdadero trabalenguas cinéfilo digno de un juego de escritura vanguardista. Si hablo de remakes es porque todas siguen una estructura similar, casi sin modificaciones sobre la matriz de origen: personajes que viajan por Texas, su encuentro con algún personaje de la familia y aparición de Leatherface para llevar adelante la masacre en cuestión. Pero al mismo tiempo hablamos de versiones ya que cada una es distinta: en su tono propuesto, en la estrategia para presentar nuevos personajes o reescribirlos. La masacre de Texas es, entonces, una saga deforme, extraña, un hijo bastardo de la película original que era extraña y deforme (y que en Latinoamérica conocimos durante décadas con el nombre de El loco de la motosierra).

Esta introducción fue necesaria acaso porque la anomalía de las sucedidas remakes-variaciones siempre aparecen precedidas de una expectativa que no experimentan otros mitos del terror de los 70s y 80s. En vez de estar invadida por el cinismo o por las formas del terror arthouse que detestamos, cada vez que sale una nueva película de la saga se produce un deseo, un interés extra por retornar al clima sucio, sofocante, invasivo. En definitiva la expectativa es por volver a la sutileza y al poder de la imaginación que logro Tobe Hooper en la original (quizás más comentada que vista, quizás más prejuzgada que experimentada: un gore sin gore pero de una ferocidad fuera de campo excepcional).

Sea como fuera, hay una especie de negación en que las películas son lo que ofrecen, en definitiva. En el caso de esta Texas Chainsaw Massacre ( su nombre original en inglés omite el artículo al inicio, como si fuese Otra masacre de Texas) se nos presenta como secuela oficial de la original, pero lo cierto es que es un simple dato, una estrategia de marketing. Pero el vínculo es lateral, un poco como se propuso jugar David Gordon Green con la nueva trilogía de Halloween, retomando personajes y traumas, pero insertándolos en el presente de una historia más amplia, como si se tratara de un simple eslabón con una función conectiva. En esta caso la polea de transmisión entre 1974 (año de la primer película) y 2022 está dado por el retorno de Sally Hardesty, la superviviente de aquella TCM inicial. Vale la pena, en este sentido, retornar a un punto clave de esta nueva entrega. En la que tal vez sea la escena más honesta de la película, Sally se encuentra con Leatherface después de cincuenta años y le reprocha que mató a sus amigos. Ante esto Leatherface la ignora, porque no sabe quién es, ni quienes son las víctimas, básicamente dando a entender que siempre fue una más. Que no hay nada especial en esa película inicial. Que es momento de dejar descansar a los mitos y a las influencias pasadas.

En alguna medida la versión de 2022 nos indica que es hora de soltar a la película original. O en todo caso de tratarla como lo que verdaderamente es: algo del pasado, que realmente no importa, que no puede ser condicionante, como termina ocurriendo con el destino del personaje de Sally. ¿Puede ser cínico? Sí, quizás a primera vista. Pero sin dudas, en una segunda lectura, es una actitud mucho más constructiva y vital que ese amor excesivo por el pasado y por los revolcones pop que cegó a Scream (Grita), que en el fondo no ofrecía nada y terminó mucho más cerca de Scary movie que de cualquiera de sus antecesoras.

Pero hay también en Texas Chainsaw Massacre un paralelismo con Halloween. Ambas pusieron en el mapa a sus directores, presentaron villanos que, luego del éxito de Viernes 13, se volvieron en imitaciones de Jason. Ambas pasaron por la época de las remakes y ahora siguen con esta nueva moda de negar las secuelas, más allá de que TheTexas Chainsaw Massacre con sus versiones venía haciéndolo hace rato.

La idea la acerca a la nueva Halloween pero el tono, que no tiene que ver con que la película se haya estrenado en Netflix ya que solo es la plataforma de distribución, el gigante del streaming no tuvo nada que ver con la producción, la acerca más a Halloween Kills: básicamente una película rota, exagerada, sangrienta, cutre de alma, salvaje, dispersa, vital. No tiene ninguna pretensión y en eso -y en su falta de escrúpulos y cálculo- hay belleza. 

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