Milagro

Por Mariano Bizzio

Miracle / Miracol
Rumania-República Checa-Letonia, 2021, 118′
Dirigida por Bogdan George Apetri
Con Ioana Bugarin, Emanuel Parvu, Cezar Antal, Ovidiu Crisan y Valeriu Andriută.

La sagrada familia

Si el cine rumano del 2000 para acá se posicionó como una de las grandes vedettes del mercado cinematográfico mundial (con nombres que van desde Corneliu Porumboiu y Cristu Mungiu a Cristi Puiu, Radu Muntean, Radu Jude y Cristian Nemescu entre otros) fue en buena medida porque supo construir la transición entre el trauma del pasado (la dictadura de Ceausescu) y las tensiones del presente, como si en alguna medida el fantasma de ese trauma se hubiera esparcido como los restos de una explosión nuclear que todavía sigue precipitando. 

En este caso, el director de Milagro muestra algunos puntos de contacto a la vez que diferencias con sus compañeros de “movimiento”. Si bien Bogdan George Apetri pertenece a otra generación, algo de los interrogantes del viejo nuevo cine rumano persiste, en este caso, que elige, como también supo hacerlo la variante más virada hacia los géneros de ese nutrido grupo de representantes, en este caso siendo el thriller policial el elegido para hacer avanzar la acción, además con un contrapunto de personajes y perfiles: por un lado una monja, por otro un conspicuo detective. Esa decisión no es arbitraria, ya que la película elige el desdoblamiento de la mirada y de la indagación como procedimiento narrativo, algo que tampoco es nuevo para la “tradición” del nuevo cine rumano, que detrás del procedimiento en cuestión esconde una idea generacional, que es la desconfianza en el acceso a alguna forma de verdad (y correspondientemente las limitaciones cognitivas de toda mirada subjetiva).

A su vez las decisiones de punto de vista tienen su contrapunto formal en los modos de trabajar el montaje, en extensos planos secuencia. Es curioso porque la persistencia del recurso recuerda a otro director de planos secuencia extensos pero poco virtuosos: Abbas Kiarostami. En este sentido el director iraní indicaba una máxima narrativa del montaje interno (el montaje dentro del plano, sin cortes), que aquí reaparece: el plano y su dinámica interna no interrumpida obliga al  espectador a indagar, a investigar, a recorrer el plano y su información.  En este punto es donde se concentra el tercer gran aspecto formal de Milagro, que es el rol del espectador reuniendo tanto las perspectivas de ambos protagonistas como la información que se le presenta en extensos planos.   

Pero es en el cierre en donde el director de Milagro patea la pelota, llevando todo el asunto hacia un nivel de autoconciencia inaudito para los preceptos del realismo.  En este punto, y sin spoilear nada, el cierre también revela un gesto, como el de un artista que ha reconocido sus antecedentes y su pertenencia, pero que en algún momento quiere intentar algo distinto de las tradiciones sacrosantas de la sagrada familia audiovisual de las modas de turno.

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