Nada

Por Pedro Gomes Reis

Argentina, 2023, 5 episodios de 30′
Creada por Mariano Cohn y Gastón Duprat.
Con Luis Brandoni, Robert De Niro, Silvia Kutika, Majo Cabrera, Belén Chavanne, Enrique Piñeyro, Gastón Cocchiarale y María Rosa Fugazot.

Comer, amar

En la era de las plataformas y los formatos líquidos, Nada bien puede consumirse como una película de 150′ o como el formato de serie breve de 5 episodios de 30′ promedio cada uno. Lo curioso es que nada de eso parece afectar su condición de producto audiovisual, de contenido, atentando contra (o alentando a, o ambas cosas) la especificidad del lenguaje televisivo y el cinematográfico, al que, además, agrega el lenguaje publicitario, ya que si algo logra la dupla Cohn-Duprat es parecerse cada vez más a perfectos publicistas (de hecho también lo son). En este aspecto su cine denota, con el paso de los años, una preocupación cada vez mayor en la “terminación” visual de los materiales antes que en los personajes.

Curiosamente, distinto a la misanotropía que históricamente mostró el dúo en sus películas, aquí hay corazón y empatía. Esto no significa que tengamos que querer a los personajes, sino que, en todo caso, podamos creerles algo. Que en el caso de Nada ese verosímil esté atado con alambre e hilo sisal ya es otra cosa. Pero hay un intento y un acercamiento a una idea, que es la que indica que las series no cuentan tramas, cuentan personas. De ahí que todo lo que nos narra Nada pueda verse de un tirón, en un verdadero periquete, como si fuera un respiro. Y quizás en el proceso de reeducación empática es en donde esta serie se parezca un poco a otra con la que comparte cierto espíritu, El método Kominsky, otra serie sobre gente que tiene que realizar algunos ajustes en su vida y que, a diferencia de Nada, no parece aprender demasiado, por eso su humor es bastante más negro que la de la serie en la que Brandoni se convierte en el primer personaje de Cohn-Duprat dispuesto a humanizarse.

En Nada, afortunadamente nada es muy trascendente, por eso hay en su display visual un gusto explícito por los placeres epicúreos. De ahí que su lenguaje publicitario se reformule ya no para vendernos algún producto, sino para mostrar que los placeres banales son, precisamente, aquellos que conectan con la vida. De ahí que los mejores momentos no vengan con el dato snob sobre cocción de la carne o degustación de vinos, sino sobre el rol de la comida como combustible espiritual y vía de conexión humana, en un camino empático. Por eso se agradece que los personajes sean pocos, porque el eje de la serie funciona más cuando menos abrimos el panorama. Es por eso que la tentación de la degradación de los otros siempre aparece cuando el mapa de representaciones sociales se abre. Y cuando los estereotipos se multiplican, bueno, la serie nos da un poco de vergüenza propia y ajena a la vez.

Terminamos de ver Nada y, más allá del rol secundario y amable del personaje que encarna De Niro, entendemos que lo que importa está desarrollado en pocos capítulos, en una extensión menor. Inverso a la publicidad, lo que nos presenta en la superficie no es un simulacro de mundo, sino que en el placer cotidiano y su registro, en sus intersticios más banales, está a vida y los vínculos. Es un buen punto de partida para dos directores caracterizados por el desprecio como instrumento narrativo.

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