Nadie podrá salvarte

Por Pedro Gomes Reis

No One Will Save You
EE.UU., 2023, 93′
Dirigida por Brian Duffield. 
Con Kaitlyn Dever, Zack Duhame, Geraldine Singer, Dane Rhodes, Elizabeth Kaluev, Lauren Murray. 

Pepitas de oro

El hallazgo de pepitas de oro, cuando la fiebre nacía en el estado de California, se desplegó con velocidad inusitada: todos querían estar ahí. Es el problema que tenemos los críticos con los hallazgos (por dentro y por fuera de los festivales): todos queremos encontrar una pepita antes que el resto y enrostrarle a los colegas en la cara que fuimos capaces de separar la paja del trigo. Por eso, cuando el reguero de pólvora de Nadie podrá salvarte comenzó a hacer su recorrido, todos quisieron sacar tajada.

El problema es que la película del talentoso Brian Duffield (que venía de dirigir la original Spontaneous) no solo no es ninguna pepita de oro, sino una suerte de brillantina al fondo del arroyo: brilla, tiene textura, pero en el fondo no nos ofrece mucho más que eso, incluso aunque se proponga el juego de las obstrucciones que cierto cine asceta suele elegir, autolimitándose los propios recursos para compensarlos por otro lado. En este caso la restricción viene por el lado de los diálogos (no hay, apenas algunos personajes que emiten palabras, pero no hay intercambio verbal), pero también por la información argumental (excepto la revelación de una carta, los datos de algunas fotos y algún flashback). Ok, el juego comienza. Y funciona medianamente bien hasta que la restricción comienza a compensarse con el exceso (algo particularmente caro a este director, a quien le gusta jugar con la desinformación a la vez que con el exceso informativo).

En Nadie podrá salvarte el exceso tiene varios rostros: extraterrestres que muestran la cara demasiado rápido, derivaciones de plot twist que se acumulan, indeterminaciones varias que se suceden (¿Estamos ante un sueño? ¿Estamos ante una alucinación colectiva? ¿Es un adormecimiento inducido post abducción extraterrestre?), como si en el director se manifestaran todos los miedos a los que el cine clase B supo oponerse saludablemente durante años y buscara exorcizarlos al materializar todas las opciones a la vez. Por eso en ese plan aparece en el centro de referencias la inoxidable La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1957), que aquí cumple algo más que un rol decorativo o mera cita cinéfila. Por eso al terminar (luego de varios falsos finales depalmianos), sentimos que el cine se ausenta progresivamente de esta película, aunque los buscadores de pepitas de oro afirmen lo contrario. Y quizás eso suceda porque, en vez de pensarse como una película, Nadie podrá salvarte se parece mucho más a una suma de preferencias de Letterboxd.

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