Ricky Stanicky: el impostor

Por Marcos Ojea

Ricky Stanicky
Estados Unidos, 2024, 113′
Dirigida por Peter Farrelly
Con Zac Efron, John Cena, Andrew Santino, Anja Savcic, Lex Scott Davis y Jermaine Fowler

Un regreso agridulce

Ricky Stanicky es la vuelta a los orígenes del director Peter Farrelly, autor (junto con su hermano Bobby) de algunas de las comedias más recordadas de los 90 y principios del 2000. Después de ganar el Oscar a Mejor película en 2018 por su debut en solitario, Green Book, lo más esperable era que continuara por ese camino, y de hecho así lo hizo, pero a nadie le importó. En 2022 estrenó Operación Cerveza, que incluía a nombres convocantes como Zac Efron, Russell Crowe y Bill Murray, y que se mantenía en la estela de “comedia dramática mainstream, atp, basada en hechos reales”. No recuerdo a nadie que la haya visto, me incluyo, y admito haber olvidado su existencia hasta que gugleé la filmografía del director, hace cinco minutos. Entendiendo que quizás ese paso por los reflectores era cosa de una vez, el director decidió volver a lo que mejor sabe hacer: la comedia termo, escatológica y salvaje. El emblema de una época menos correcta y seguro más feliz, que la literalidad actual y el miedo a ofender fueron dejando marginada, al borde de la extinción. ¿Es acaso Peter Farrelly, héroe del género, nuestro esperado salvador? Digamos que lo intenta, pero la gloria permanece en el pasado.

La historia es la de tres amigos de la infancia que, tras una broma que se descontrola y provoca un incendio, encuentran el escape perfecto inventando a un personaje a quien echarle la culpa: un tal Ricky Stanicky. Los años pasan, y el amigo imaginario se convierte en la excusa para todo. Ya adultos, con uno de ellos a punto de ser padre, orquestan una escapada de joda y casino, con la fachada de que Ricky tiene cáncer. Tras una serie de eventos desafortunados, en donde la mentira corre serio riesgo de ser expuesta, deciden contratar a un actor para que interprete a Ricky en una velada familiar. Ahí es donde aparece Rod Rimestead, un imitador de poca monta, alcohólico y endeudado, que se compromete con el papel a niveles insospechados.

Como en toda comedia de esta especie, la premisa es una plataforma donde echar a andar una sucesión de gags y situaciones absurdas. Si las cosas salen bien, el humor trabajará a la par de un fondo emocional (a veces medio berreta, pero está bien), dando sentido a las acciones y espesor a los personajes. No es sensiblería, tan solo un corazón sobre el cual montar un espectáculo de inmadurez encantadora. En el caso de Ricky Stanicky, la amistad entre Dean, Wes y JT nunca llega a convertirse en materia de empatía. Jermaine Fowler está simpático, aunque un poco dormido, Zac Efron (un gran comediante) está contenido e inseguro, y Andrew Santino está insoportable. El humor amaga, a veces construye algo, pero luego se pierde. De a ratos toma forma en ese jefe colapsado que interpreta William H. Macy, y sólo adquiere fuerza en la figura de John Cena. En la piel de Rod/Ricky, el ex luchador compone a un perdedor querible, de los de antes, y es el único personaje con un arco justificado y coherente. Bueno, la película se llama Ricky Stanicky. A los demás se les otorga un final a las apuradas, ridículo en el mal sentido, que deja una sensación de desencanto con el regreso de Peter Farrelly a las pistas. De cualquier modo, si quiere seguir en el género, bienvenido sea.

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