Oppenheimer

Por Pedro Gomes Reis

EE.UU., 2023, 180′
Dirigida por Christopher Nolan
Con Cillian Murphy, Robert Downey Jr., Emily Blunt, Florence Pugh, Matt Damon, Jason Clarke, Tom Conti, Casey Affleck, Gary Oldman, Rami Malek, Benny Safdie, Matthew Modine, Josh Hartnett, Tony Goldwyn, Krumholtz, Kenneth Branagh, Jack Quaid, Alden Ehrenreich, Michael Angarano, Rory Keane, James D’Arcy.

El gran truco

La obra de Chistopher Nolan encuentra su momento fractal más explícito en su película más autoconsciente de la propia obra hasta la fecha, El gran truco. En ella vemos la historia de un duelo, si (algo que Nolan roba descaradamente de la obra de William Friedkn y Michael Mann), pero elementalmente, en su núcleo duro, hay un espejo que nos devuelve la imagen que todo el tiempo la película estaba traficando frente a nuestros ojos: una estafa disfrazada de un truco de magia.

El mejor Nolan no necesita dar demasiadas vueltas y puede permitirse la materialidad de las imágenes y sonidos de un narrador clásico sin demasiados firuletes. Ahí está Dunkerque y El Caballero de la noche, sus dos mejores películas. Hay, también un segundo Nolan, que precisa siempre algún golpe de efecto que atente contra cosas que podrían haber funcionado bien como en Following, Memento, El gran truco y algunos momentos de Batman Inicia y Batman El caballero de la noche asciende, momentos de Insomnia. En ese segundo grupo Nolan oscila entre la tontera de una autoconciencia mala y giros de tuerca que cree ingeniosos aunque en el fondo demuestran cierto desprecio contra el espectador. El peor Nolan, en cambio, tiene algo de estafador y de mago malo como en Inception, Interstellar y Tenet, donde todo el tiempo tiene que distraer para que los hilos no se vuelvan evidentes y el truco (más bien estafa) se vea completamente revelado.

Oppenheimer es, sin lugar a dudas, la suma de lo mejor y lo peor de Nolan. Pero como lo es en proporciones tan asimétricas, lo que termina ganando es la versión más pobre y degradada de su propio cine, que canibaliza a la buena película que pudo ser (siendo que el Oppenheimer real fue un sujeto extraordinario). Intentemos hacer una autopsia de todo esto.

El Nolan bueno (me cuesta escribirlo) en Oppenheimer está en la última hora, en donde descubrimos la película que pudo haber sido. En ese segmento el director juega a ser un thriller de espionaje de la guerra fría y, en mayor o menor medida lo logra gracias a muy pocos recursos, espacios e ideas. Ahí, en lo que pudo haber sido un mediometraje decente (tampoco es algo descollante), Nolan se acerca a los thrillers liberales de Penn, Pakula, Lumet, es decir, a los thrillers conspirativos de la generación intermedia entre el Hollywood clásico y el New Hollywood de los 70s. Es cierto que la otra referencia que podemos reconocer es la de Oliver Stone. Pero no sabría decirles si es un elogio o un insulto eso. Tengo una percepción muy en el estilo de JFK luego de ver Oppenheimer. Pero temo que si reveo aquella me pueda llegar a agarrar un ataque de risa y todos estos argumentos se vayan al demonio.

El Nolan de las buenas intenciones y los malos resultados es el Nolan formalista y autoconsciente, que en Oppenheimer se revela en algún puñado de ideas con el sonido, con el montaje, con las decisiones estratégicas a la hora de usar ciertos lentes, como si la historia se nos fuera volviendo tan intrincada (durante dos horas lo es hasta un punto exasperante) que las formas fueran lo único capaz de salvar las ropas. Pero la autoconciencia también aparece aquí con cara de un hiper narcisismo desatado: Nolan se proyecta sobre la figura de ese excéntrico (como Francis Ford Coppola se proyectaba sobre la figura de Tucker en la película homónima), usado por el sistema pero a la vez expulsado e incomprendido por Warner Bros., luego del fracaso absoluto de Tenet. Esta versión de Nolan construye un cine de nuevo rico: ostentoso, pretencioso por donde se lo vea, cargado de trascendencia, pero a su vez, dotado de la capacidad de preanunciar grandes revelaciones que finalmente se evidencian como tonterías previsibles. En esta dirección Oppenheimer se lleva todos los tickets porque no deja espacio sin ocupar, como si en el fondo pensara que está narrando la gran novela americana (la biografía en la que se basa si es extraordinaria), pero la misma de redujera a un puñado de bajezas, bigamias y agachadas frente a los poderes de turno. Parece una mansión, pero es una choza.

El peor Nolan aflora en la mayor parte de la película. Básicamente porque su director tiene una plena conciencia que los acontecimientos, narrados linealmente, con la selección de material que propone, son poco cinematográficos y (excepto la trama de espionaje y de armado de la bomba, que pertenece al último tercio) de carácter más bien teatral, como si algo se le hubiera escapado de las manos en la adaptación del libro original. Como si se hubiera dejado llevar por la fascinación con la persona antes que con las características que hacen del material algo inherentemente cinematográfico. Y como sabe que nada de lo escrito sostiene las tres horas de película, bueno, como era de esperarse, vuelve al viejo truco de la desarticulación narrativa, con una compleja (en el peor sentido) e incomprensible estructura de flashbacks y flashforwards que vuelven a las primeras dos horas una experiencia confusa, aburrida e insoportable. Si, el Nolan de Inception, de Tenet y de Interstellar recordándonos que parte de su prestigio (ese gran truco) es, también, esta venta de humo. Cuando termina esta summa nolanniana, sentimos que acabamos de presenciar una condensación del cine del director. Pero no queremos tener nada que ver con eso, ni con las películas-evento. El cine está en otro lado, no es por acá.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter