Canadá, 2022, 122′
Dirigida por Ashley McKenzie
Con Sarah Walker, Ziyin Zheng, Xue Yao, Nidhin K.H., Wendy Wishart, Rony Robson
Es complejo
Queens of the Qing Dinasty es la historia de dos freaks que no quieren estar solos. Puede parecerse a otras películas que entran dentro de ese prejuicio bastante extendido (y bastante real) que suele catalogar a determinadas producciones como “películas de festival”, en oposición al cine comercial, y a las que se atribuyen características no siempre positivas. Raras, lentas, incomprensibles. Y por detrás, la sospecha terrible de que, en muchos realizadores, habita una vocación por generar estos adjetivos. Una necesidad insoportable de complejizar lo simple, lo accesible, incluso lo trivial.
El caso de esta película es particular: confirma el prejuicio, poniendo a prueba sistemáticamente la paciencia del espectador, pero a la vez es capaz de generar una sensación de bienestar que disipa un poco el enojo. El encuentro entre Star, una adolescente internada por cuestiones vinculadas a su salud mental, con An, su acompañante terapéutico (un inmigrante chino con problemas para conseguir la ciudadanía), es un terreno que Mackenzie aprovecha para edificar un relato sobre la amistad entre dos personas apartadas e incomprendidas, es decir, que a todo lo anterior le sumamos la corrección política. Pero lo interesante es que la directora lo hace de manera sutil e intimista, y en más de una ocasión consigue emociones genuinas, sentimientos que habitualmente no asignamos al cine de festival.
Son las decisiones formales (la ausencia de banda sonora en muchos pasajes, los planos larguísimos, los silencios), entonces, las que llevan a la película a extenderse más allá de los límites saludables, y a imponer el hastío y el sopor como norma. A estos sentimientos se suma también un poco de bronca por lo que podría haber sido, con dos personajes particulares y hasta queribles, que con un poco de ritmo quizás podrían haber resuelto sus cuestiones en 80 minutos en lugar de 122.