The Mighty Ducks: Game changers

Por Rodrigo Martín Seijas

EE.UU., 2021, 10 episodios de 32′
Creada por Steven Brill, Josh Goldsmith & Cathy Yuspa
Con Emilio Estévez, Lauren Graham, Brady Noon, Swayam Bhatia, Taegen Burns, Julee Cerda, Bella Higginbotham, Luke Islam, Kiefer O’Reilly, Maxwell Simkins, De’Jon Watts, Kasra Wong, Lia Frankland, Emily Haine, Hayley Lee, Camillia Mahal, Zenon Brown, Forrest Rozitis, Amy Goodmurphy, Jane Stanton Hitchcock, Rochelle Greenwood, Courtney Richter, Paul Almeida, Anthony Harrison, Malaika Jackson, Devon Kenzo, Tyson Larter, Callum Lawrence, Joe MacLeod, Dylan Playfair, Collin Joe

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La corriente nostálgica que viene creciendo en los últimos años tiene algunos componentes negativos -cierta pereza narrativa y facilismos estéticos para quedar bien con el público de ocasión-, pero también algunos indudablemente positivos, a partir de cómo se recuperan estructuras genéricas y se revalorizan obras antes subestimadas. En el caso del género deportivo, quizás el precursor haya sido -una vez más- Sylvester Stallone en el 2006 con la notable Rocky Balboa, una película que casi nadie pedía, aunque todos necesitábamos. A esta le siguió la estupenda Cobra Kai, que nos hizo darnos cuenta de que había mucho más para contar en el mundo de Karate Kid. Y ahora Disney Plus nos trae The Mighty Ducks: Game changers, que busca revitalizar y actualizar Los campeones, aquella saga un tanto olvidada de los noventa.

Hay un cambio muy importante y arriesgado que introduce la serie co-creada por Steven Brill (guionista del film original y habitual compinche creativo de Adam Sandler): acá los Mighty Ducks, que antes habían sido el refugio de los marginados, han pasado a ser los malos del relato. Son el equipo acostumbrado a ganar, invadido por el discurso ultracompetitivo, que expulsa a los que considera que como “perdedores” y que construye una mentalidad solo preocupada por sumar títulos y prestigio. Frente a eso, Evan -un joven rechazado por los Mighty Ducks- y su madre (una Lauren Graham explotando a fondo su lado cómico) forman los Don’t Bothers, un nuevo equipo que recupera ese objetivo de aglutinar a los excluidos y darles un hogar, un refugio, un lugar de comunión y disfrute que les permita incluso hallar habilidades inesperadas. A ellos, fruto de algunos azares, se terminará uniendo Gordon Bombay, el antiguo entrenador de los Ducks, al que Emilio Estévez vuelve a interpretar con una bienvenida nobleza. Esa decisión narrativa se hace cargo de que el tiempo no pasó en vano, de que las cosas cambiaron para todos los personajes, que las acciones no pueden repetirse así como así, pero que al mismo tiempo vale la pena un nuevo intento, desde un lugar diferente.

Desde ese hacerse cargo del pasado y sus legados es que The Mighty Ducks: Game changers construye un nuevo futuro, y no solo para sus protagonistas adultos. Especialmente para los más chicos, a partir de un despliegue de personajes sostenidos en un montón de estereotipos ya vistos a los que se les encuentra nuevas vueltas de tuerca, y que permiten unos cuantos hallazgos actorales. Si Brady Noon encarna muy bien a ese líder impensado que es Evan y su vínculo entre amistoso y romántico con Sofi (Swayam Bhatia), la jugadora habilidosa y presionada por sus padres; lo de Bella Higginbotham, Taegen Burns, Kiefer O’Reilly, De’Jon Watts, Lia Frankland y Luke Islam es más que interesante a partir de cómo interpretan personajes que funcionan perfectamente tanto a nivel individual como grupal. Sin embargo, el que se roba casi todas las escenas es Maxwell Simkins: su Nick Ganz es el prototipo del freak llevado a la enésima potencia, un ser adorable, comedia pura y en movimiento constante.A The Mighty Ducks: Game changers podrá reprochársele ciertas derivaciones un tanto innecesarias en su trama y secuencias deportivas no del todo bien filmadas, que le restan algo de tensión en los momentos decisivos. Pero exhibe tanta confianza en lo que cuenta y sus protagonistas, que eso le permite delinear conflictos atrayentes que se imponen con facilidad a sus fallas. A su vez, muestra en varias decisiones narrativas -por ejemplo, en el último episodio de la temporada, State of play– una coherencia y sabiduría que solo pueden darse desde la experiencia y el conocimiento bien asimilados. Indudablemente, Brill conoce el paño genérico, pero eso no lo lleva a implementar giros efectistas. En cambio, respeta las perspectivas de cada uno de los personajes (incluso los villanos) y por eso todo el recorrido de este equipo de underdogs jamás pierde verosimilitud. The Mighty Ducks: Game changers es una serie noble y disfrutable, que nos recuerda cuán necesario es el género deportivo en estos tiempos cínicos, descorazonados.

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