#Polémica: La Forma Del Agua (En Contra)
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#Polémica: La forma del agua (en contra)

Tal como lo mencioné en alguna otra ocasión en otra crítica, los cuentos de hadas invertidos son pornografía para revisionistas. Y el revisionismo es el sueño húmedo del progresismo cinematográfico que no puede tolerar que la historia concibió los géneros del modo en el que lo hizo no para que se mantuvieran intocables, pero si para que cambiaran. Los cuentos de hadas reales son narraciones oscuras para niños que los adultos pueden entender. Los cuentos de hadas falsos son narraciones pueriles para adultos que nunca dejaron de ser niños. Bueno, La forma del agua es, básicamente, un cuento de hadas pueril y con un objetivo: construir una narración sin historia detrás para adultos sin pasado.

Pantera Negra
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Pantera negra

A veces resulta difícil analizar películas de superhéroes sin considerar muchos factores externos que no necesariamente tienen relación con su calidad. En el caso de Pantera Negra, estamos frente a una película que viene de un enorme éxito de taquilla en Estados Unidos y con un abrumador consenso crítico, producto acaso de la visibilización de la cultura negra y del casting poblado de actores de negros y mujeres. Tan abrumador que es casi ruido blanco: ¡Black Panther debería ser considerada para Mejor Película en los Oscar! ¡Ryan Coogler es el nuevo Spielberg! Y así.

Curso Abierto Alfred Hitchcock – Lado B: 78/52

Curso abierto Alfred Hitchcock – Lado B: 78/52

El documental 78/52 también reflexiona sobre otra cosa: sobre el juego enfermizo que Hitchcock hace sobre un espectador que empieza sintiéndose excitado con la imagen de Janet Leigh duchándose (piénsese que estamos en 1960, cuando la imagen de una sex symbol de Hollywood era, por lo menos, infrecuente) y después de eso lo obliga a ver a ese mismo cuerpo siendo destrozado a puñaladas. Desde este lugar, la escena de la ducha de Hitchcock también puede reflejar de manera brutal otra cosa: la constante relación que el director hacía entre el sexo y la muerte; o más aún: el choque permanente entre su gusto por la perversión y el vouyerismo, y un catolicismo que lo hacía sentir lo suficientemente culpable como para castigar esa perversión de alguna manera (en este caso con imágenes de shock que transforman lo que deseamos pecaminosamente en horror).

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