Tabula Rasa
El cuento moral que nos narra Tabula Rasa, en cambio, ya no necesita exponer ningún artificio. O en todo caso si muestra algo parecido no viene por el lado de las formas ni por la reflexión sobre el lenguaje, sino por el desenmascaramiento de ciertas instituciones cada vez menos consolidadas, como lo son el matrimonio y la familia. Al disponer de todos los elementos en escena solo para construirnos una idea ingeniosa de ocultamientos selectivos la serie juega a ese juego irritante de juegan algunos guionistas, que no es otro que el de manipularnos a puras vueltas de tuerca, como si el mero retorcimiento narrativo pudiera formular una idea. Y el punto es que, por fuera de su voluminoso exhibicionismo, la serie está tan vacía como la cabeza de su protagonista. Ese movimiento, que en algunos casos no es más que el disfrute lúdico por las formas y por el vacío mismo como ejercicio (vg Intriga Internacional, otra vez Hitchcock, a ver si lo entienden mejor la próxima) aquí no es otra cosa que un vacío impar, una jugada rápida, un gesto canchero.