Tres delirios cinéfagos
A veces nos levantamos en medio de la noche. Escribimos. No podemos volver a dormir hasta 16 horas después. Pero también dormimos 10 años. O viajamos en el tiempo con nuestra memoria cinéfila que es, a veces, lo único que nos queda. No podemos pedirle coherencia a eso que decimos. O podemos pedirle, apenas, corazón (más y mejor que el odio). Por eso, en nuestra memoria, el cine es alimento. Lo comemos entre sueños. De tres delirios cinéfagos nacen estos tres pequeños textos: sobre los artesanos competentes del mainstream de hace 20 años, sobre los fantasmas que van de Capra a Martel pasando por Lynch y finalmente sobre el cine hecho a los golpes de el olvidado Walter Hill.