Poder, propaganda, crítica: sobre una cierta tendencia en en el cine político argentino (V)
En el período anterior nos habíamos concentrado en un fenómeno que era novedoso para el cine político argentino: tras el protoprogresismo de los 90s e inicio de los 2000s, el progrismo (si, progrismo, no progresismo) expadía el protoprogresisimo mal entendido y definía varias de sus marcas: por un lado el desplazamiento de la urgencia presente hacia el pasado inmediato de la crisis de 2001, al mismo tiempo una tendencia a la politización (con un carácter entre declamatorio y demagógico) de parte de un mainstream desesperado por reformularse y reconectar con su público, a su vez la inmediatez de cierto NCA que comenzaba a cristalizar un final para esa novedad (lo que implicaba un cambio o una autodestrucción lenta y progresiva) y una tendencia cada vez mas creciente a obsesionarse con el pasado reciente (y no tanto) a partir de ficciones fascinadas con el trauma en el pasado y en el presente pero también profundizando la fascinación con los mitos políticos. La pregunta que había que hacerse, entonces, vendría por el lado del ciclo siguiente, que podía vislumbrarse como una consolidación de ideas. Bueno, finalmente sucedió y en ese lapso nos proponemos ingresar.