Dossier #ContraLaCorrecciónPolítica (VIII)
No se me ocurre una palabra mas condescendiente que la inclusión. De solo pensarlo me genera una irritación que me corre por la espalda. La inclusión, para ser bien directos, no puede ser un ejercicio de estado ni un ejercicio particular si la cosa se trata de libertades. La inclusión no puede regularse. Para las regulaciones están los aparatos burocráticos. Pero la inclusión, si se vuelve ejercicio ya sea privado como público es, en esencia, un ejercicio de poder. Por eso detrás de todo razonamiento inclusivo lo único importante que juega de fondo es el rol de quien detenta el poder frente a aquellos frente a quienes se conduele en ceder. La cesión no puede (tampoco debe) quedar en manos de unos pocos. Pero como dice el dicho, shit happens. Ahora bien, si la injusticia existe yo no puedo reclamarle al poder que me permita ingresar en el terreno de subordinaciones. No gracias. Y es que si algo tuvo a lo largo de la historia eso que llamamos las formas de la alteridad, si algo tuvo de potente como condición eso fue su capacidad de responder negativamente a la inclusión.