Dossier #Contralacorrecciónpolítica (Viii)
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Dossier #ContraLaCorrecciónPolítica (VIII)

No se me ocurre una palabra mas condescendiente que la inclusión. De solo pensarlo me genera una irritación que me corre por la espalda. La inclusión, para ser bien directos, no puede ser un ejercicio de estado ni un ejercicio particular si la cosa se trata de libertades. La inclusión no puede regularse. Para las regulaciones están los aparatos burocráticos. Pero la inclusión, si se vuelve ejercicio ya sea privado como público es, en esencia, un ejercicio de poder. Por eso detrás de todo razonamiento inclusivo lo único importante que juega de fondo es el rol de quien detenta el poder frente a aquellos frente a quienes se conduele en ceder. La cesión no puede (tampoco debe) quedar en manos de unos pocos. Pero como dice el dicho, shit happens. Ahora bien, si la injusticia existe yo no puedo reclamarle al poder que me permita ingresar en el terreno de subordinaciones. No gracias. Y es que si algo tuvo a lo largo de la historia eso que llamamos las formas de la alteridad, si algo tuvo de potente como condición eso fue su capacidad de responder negativamente a la inclusión.

Woodstock
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Woodstock

Esto se trata de Woodstock. Pero más que nada es sobre un animal parado arriba de un escenario con una remera amarilla; un pedazo pródigo de humanidad a punto de desbordarse al que no en vano apodan The Bear y que toca en Canned Heat, la banda de blues eléctrico cuya imagen se vio multiplicada por el mundo al salir en la película Woodstock (Michael Wadleigh, 1970). Ya se sabe que Woodstock es esa palabra olvidada y acaso un poco risible. Un concierto multitudinario de rock, una cosa bella y grandilocuente, y de paso también una película que una vez pasaron por la televisión cuando yo era chico y que se encarga de reflejar, en parte, el carácter anómalo del asunto que obligadamente se designa con el nombre de una localidad del estado de Nueva York. Es fácil reírse de Woodstock, porque la palabra parece ahora evocar una idea más bien arcaica, un talismán de amor custodiado por mentes que se quedaron ancladas en el calor de una juventud a la que largamente se añora; un sueño perdido construido con fragmentos, con voces pasadas, con el eco de emancipaciones truncas.

Dossier #Contralacorrecciónpolítica (Vii)
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Dossier #ContraLaCorrecciónPolítica (VII)

Lo que aquí nos congrega es la corrección política y su desborde, el modo excesivo y casi totalitario en que ha crecido estos últimos años. Y lo que yo tengo para decir, antes que nada, es que hay muy poco de ideológico en esa expansión. Quizás lo hubo en un comienzo, pero hoy en día se trata, al igual que con Trump y CNN, en algo comercial. El neo-marxismo totalitario con tendencia al racismo inverso y la cancelación de todo aquello que amenace al aparato culpógeno-progresista prevalecen porque, al menos hoy, venden. Si hasta Disney, la empresa más fascista y conservadora del planeta, se apropia de las políticas de inclusión a ultranza y lanza más proyectos de diversidad que retratan a más minorías étnicas, sexuales, religiosas y culturales es porque la tendencia comercial cayó de ese lado. Todo es, sin embargo, cíclico. Si hoy ser hombre blanco y heterosexual es ser Satán, es cuestión de tiempo antes de que esa vuelva a ser la norma. Después de todo, se puede despreciar a los blancos (y muchos son dignos de ese desprecio) pero en un país como Estados Unidos siguen siendo cerca del 60 por ciento del total y en ninguna democracia representativa puede prevalecer una minoría no mayoritaria a largo plazo sin caer en la autocracia.

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