Truth Seekers

Truth Seekers

Truth Seekers, es, por decisión propia (y en parte también por defecto, ya que algunas de las cosas que se plentea quedan a medio camino debido a la incapacidad de transitar el formato entre la autonomía de las antologías y el continuo propio de los seriales) una serie sobre arcos dramáticos, con personajes que deben resolver cuentas pendientes. Esa sensación de fragilidad que exhiben a lo largo de 8 episodios, no obstante, precisa de las conspiraciones y tramas sobrenaturales, si, pero al mismo tiempo bien podrían prescindir de ellas. En ese punto es que uno se pregunta si la serie se maneja con la misma precisión -con el género que aborda- que los dos creadores supieron demostrar en otros tiempos. Porque si bien es cierto que hablamos de personajes queribles, la sensación que trasciende es que algo del formato de los géneros como excusa comienza a desgastarse de a poco. Por eso también se siente el peso de la ausencia de un autor que encarrile ese recorrido ya sea por el policial, por el terror, por el fantástico o por la ciencia ficción, como los trabajos compartidos con Edgar Wright.

Trying
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Trying

La operación de Trying es sustancialmente distinta a otras porque su relación con el mencionado costumbrismo es al mismo tiempo que directa, elíptica. Para lograr eso es que precisa abrazar a los lugares comunes (hacer radiografías de familias y amistades, de generaciones y consumos, de gustos y elecciones vitales). Pero cuando los abraza y los reconoce comienza a horadarlos por dentro a puro gusto por el detalle, que es lo que hace personas a los personajes. Ese registro por lo mínimo, por el valor dramático de los objetos, esa capacidad de reconocimiento de lo minucioso como orden diferenciadora entre las personas es, curiosamente, un gesto muy similar al de los guiones de Norah Ephron, en particular el de Cuando Harry conoció a Sally.

Al Diablo Con Las Noticias
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Al diablo con las noticias

He vuelto a ver la última gran película de Adam McKay antes de convertirse al lado oscuro de la seriedad y la legitimación pública. No fue igual el efecto: en 2013 la película parecía pertenecer a una forma de humor inextinguible. Hoy por hoy, en cambio, es una rémora del pasado. Por eso, en este segundo visionado, Al diablo con las noticias se vuelve una película urgente.

El Baile
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El Baile

El mundo real, el mundo material, es uno plagado de dolor, de problemas, de contradicciones, de inconvenientes varios, en donde hay que negociar, en donde no todo queda sometido al deseo como motor primario (e incluso cuando el deseo no puede cumplirse no podemos posicionarnos como víctimas: se gana y se pierde, de lucha y se negocia: es al principio de toda experiencia adulta). El mundo que describe The Prom (no confundir con El Baile de Etore Scola, por eso la llamo con su nombre original) no es un mundo adulto ni un mundo ideal (aunque esté repleta de puntos de contacto con Disney), es un mundo de ideas y un mundo de jardín de infantes. Pero bueno, al final de cuentas, todo musical no tiene un poco de eso? Si y no.

Tenet
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Tenet

Para quienes vivimos del otro lado del Atlántico algunas cosas se nos hicieron mas accesibles mientras la pandemia atacaba a Latinoamérica sin la menor contemplación. Ahora la segunda ola viene por nosotros. Y de vuelta los cines -eso que ha quedado vedado para tantos países del mundo- nos dan la espalda. Pero en el medio, mientras la primavera duró, pudimos ver cosas como las que propone Nolan. Y debo decir que en tiempos de encierro, el retorno a las salas, a las pantallas grandes, a el gran espectáculo, quizás se vea mas espectacular de lo que realmente es. No obstate el cine de Christopher Nolan es eso: un cine con gigantismo, pero casi completamente incapacitado de identificar la dimensión humana del movimiento. Por eso su cine es una máquina cerebral que retorna a las formas de modernismo narrativo que en los 60s y 70s hacían ruido entre los espectadores (de Resnais a Roeg, de los directores checos -como Oldrich Lipsky, el responsable de esa locura olvidada que es Happy end, una película íntegramente contada de atrás para adelante- a los polacos -como Kieslowski-) y que hoy apenas puede ser mirado porque el espectador contemporáneo, asumo, tiene bastante menos paciencia que el de hace cuatro décadas.

Fin del Contenido

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