Trying

Por Pedro Gomes Reis

Reino Unido, 2020, 9 episodios de 30′
Creada por Andy Wolton
Con Esther Smith, Rafe Spall, Imelda Staunton, Sarah Niles, Simon Bubb, Robyn Cara, Ava Talbot, Mariah Nonnemacher, Diana Pozharskaya, Amber Aga, Darren Boyd, Paula Wilcox, Jonathan Rhodes, Katharine Bennett-Fox, Simon Kane

Trabajar lo obvio

Lo hemos dicho muchas veces en las páginas de esta revista. La bondad no se trata de un acto de moral, es un acto de ética. La bondad no puede limitarse al ejercicio normativo sino al empático. Quizás por su capacidad de pensar la bondad como empatía, como un contrato con el otro es en donde reconocemos a Trying como una serie más importante de lo que 2020 tendió a reconocer en el marco de la pandemia, que en su marcha aplastó todo y nos obligó a ver una y mil cosas aceleradamente o muy tardíamente o guiándonos por modas semanales. Mea culpa. En un año de series inglesas que se ocuparon de mil cosas distintas, las que más me gustaron fueron aquellas que eligieron, si bien no el costimbrismo, si a personajes menores o en tono menor. Series menos preocupada por poseer tramas intrincadas antes que personajes empáticos, queribles, responsables de arcos dramáticos pequeños como potentes. En ese año en el que Normal People reinó, Trying merecía mayor suerte que quedar reducida a “una serie sobre una pareja de treinañeros que no pueden tener hijos y deciden adoptar”. Esa reducción a la trama no solo es injusta sino que es absurda. Porque la serie también cuenta una evolución emocionante en dos personajes, que aprenden a cuidarse de una manera distinta a la que venían haciéndolo. Porque también cuenta la conciencia del crecimiento propio y conjunto. Pero también narra la necesidad de tener un grupo de personas que nos quieran y contengan incluso cuando las familias no están o no funcionan como tales. Pero ya lo sé: todos y cada uno de esos tópicos parecen lugares comunes gigantescos e hijos del costumbrismo más ramplón. Afortunadamente Trying escapa a los lugares comunes no por desdeñarlos sino por abrazarlos desvergonzadamente, como si no tuviera el menor pudor de asentarse ahí en donde la peor tv supo entregarnos uno y mil ejemplos de los “pedazos de vida” que son el alimento rancio del realismo.

En un año en el que las series inglesas sostenidas sobre personajes con vidas comunes se impuso a las series de guiones enrevesados, personajes patéticos o espectaculares o lisa y llanamente a la truculencia de los policiales nórdicos (hechos en Noruega, Dinamarca…o Alemania, o EE.UU., porque ya no tienen identidad nacional: son exportables), Trying quedó un poco rezagada respecto de la luminosidad de Normal People, acaso la otra gran serie inglesa de 2020. Otra vez dos personas que tienen que aprender. Otra vez dos personas a “media cocción”, si es que las medimos con el termómetro exitista de lo que demandan las sociedades de consumo para ciertas etapas de la vida (trabajos bien pagos, una casa propia, amigos multiplicados, hijos, paternidades felices, viajes, etc). Sobre ese sistema de expectativas traicionadas, sobre la necesidad de lidiar con todos y cada uno de los “problemas” de no entrar en ciertos estándares y al mismo tiempo intentar ser padres sin saber demasiado bien dónde se está parado (no se me ocurren más cosas que se parezcan a la vida misma) se sostiene Trying, a la que llegamos tarde por esas cosas que tiene el torrente del streaming: películas y series que se acumulan, la sensación de tener que ver todo…y en el medio se nos pasan maravillas como esta. 

Pero volvamos a los lugares comunes. La operación de Trying es sustancialmente distinta a otras porque su relación con el mencionado costumbrismo es al mismo tiempo que directa, elíptica. Para lograr eso es que precisa abrazar a los lugares comunes (hacer radiografías de familias y amistades, de generaciones y consumos, de gustos y elecciones vitales). Pero cuando los abraza y los reconoce comienza a horadarlos por dentro a puro gusto por el detalle, que es lo que hace personas a los personajes. Ese registro por lo mínimo, por el valor dramático de los objetos, esa capacidad de reconocimiento de lo minucioso como orden diferenciadora entre las personas es, curiosamente, un gesto muy similar al de los guiones de Norah Ephron, en particular el de Cuando Harry conoció a Sally. Menciono con precisión a esta guionista y directora (pero también podría pensar en James L Brooks) porque no es tan fácil trabajar sobre lo obvio para invertir su carga. Y menos sin que se note la operatoria, que es de las más complejas que el arte pueda hacer. En ese juego de dobleces en donde la enunciación parece entregarse a lo previsible pero los personajes nos sacan de ahí a puro golpe de empatía y lágrimas es donde Trying se hace gigante.  

Puede culparse a esta serie inglesa, entonces, de extender demasiado el proceso a lo largo de sus nueve episodios de media hora? No del todo porque en esas cuatro horas contamos con el tiempo adecuado para dar cuenta de la evolución de sus personajes. No obstante, es cierto que al promediar la serie sentimos una dispersión, como si la misma necesitara abordar todas las historias laterales a la de nuestros protagonistas, lo que nos desacopla un poco de lo que estamos viendo a la vez que nos permite ganar algo de aire. Eso que puede molestar un poco en un principio se revela como necesario con el paso de los episodios. Porque la respiración y el descentramiento, que a primera vista puede resultar un resabio del costumbrismo y su necesidad de dar cuenta del contexto de costumbres de los demás personajes es en Trying la estrategia adecuada para que podamos retornar al centro pero con leves cambios.

Son decisiones mínimas, sutiles, aparentemente invisibles, las que están operando en la serie. Pero es gracias a ellas que nunca sentimos que se nos ha entregado a un puñado de lugares comunes fácilmente asimilables a las comedias familiares. Lo que hace noble a Trying, entre sus tantas virtudes, redunda en ese aire que brinda a sus personajes, a los que no agota para convertirlos en algo completamente distinto a lo que conocemos (esa demanda de originalidad nos hace ser crueles con el clasicismo y sus personajes), a los que no les exige cosas extraordinarias y a los que no hunde en el fango degradante de lo ordinario común. Eso también es empatía y resolución, que no es otra cosa que comprender cómo funciona la bondad en el mundo cuando podemos hallarla.

Centrada en la empatía, comprendiendo los crecimientos, respetando a sus personajes, confiando en el poder revelador de los detalles, lo que hace esta serie maravillosa es convencernos de que eso que consideramos dificilísimo (la bondad) sea algo accesible. Y que eso que parece fácil (la crueldad) sea una condición ajena y refractada, que no dañe el mundo de personas que se quieren y que hacen lo mejor que pueden. Nosotros agradecidos.

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