Estimados amigos:
Como muchos de Uds lo saben, pero otros no, les queremos contar por acá que en febrero de 2019 comenzaron las actividades de nuestro cineclub. Pero al mismo tiempo es importante aclarar: no es un simple cine club en el que proyectamos películas que amamos, sino que nos propusimos hacer algo distinto. Gracias a la convocatoria del Centro Cultural San Martín, que ha dispuesto una serie de ejes temáticos por bimestre a lo largo del año, Perro Blanco ha programado 12 meses con 4 películas por cada mes en cuestión.
Podés ver la película en el siguiente link
La sexta película que vimos y trabajamos fue la feliz y melancólica La nube errante. En nuestro segundo mes de cineclub el tema que se impone es el de los géneros (de todo tipo y forma). Aquí vuelve el musical, pero también ingresa el porno y algunas otras cosas. Si bien la exhibimos en el marco del curso “Géneros” de Comunidad de espectadores, con La nube errante nos fue inevitable volver al mes anterior, cuando pensamos “Espacios”. Es que para comprender esa película -y podríamos decir la totalidad de la filmografía de Tsai Ming Liang- es inevitable referirse a cómo el director taiwanés elige las locaciones de sus películas y hace circular a sus criaturas dentro del plano.
En innumerables pasillos, puentes, ascensores, túneles y demás embudos construidos por el hombre, los personajes de La nube errante deambulan en soledad, aislados, en planos extensos tanto en duración como en profundidad. El gris urbano le gana al verde y el cemento copa todo vestigio de lo que alguna vez fue natural. En ese contexto de transformación tan veloz que sufrió Tai Pei, Tsai Ming Liang parece decirnos que los personajes quedaron desfasados, incapacitados para comprender y decir lo que sienten, sin posibilidad de encontrarse con los demás, sin ánimo de amar.
¿Pero qué pasa con los géneros? Si en el primer encuentro nos referimos al musical imposible de Coppola, Golpe al Corazón, como una película nostálgica, en este caso nos pareció que el musical no estaba homenajeado en sí sino utilizado para hablar de las emociones de los personajes. Así como las locaciones están elegidas para ayudar a completar a personajes que se sienten vacíos (la secuencia musical con la estatua de Chang habla más de un hombre solo que quiere rodearse de mujeres que de una intención de comentar políticamente) los géneros en La nube errante son elegidos como vehículos para expresar las frustraciones de quienes habitan los interminables planos de Tsai. El musical expresa en palabras, colores, bailes y cantos todo lo que los personajes no se animan, no saben o no pueden decir; la comedia romántica sirve para dar una estructura narrativa apoyada en la relación entre los protagonistas (¿con happy ending incluido?); y el porno, desde ya, habla de esa dicotomía entre los cuerpos y el amor, lo natural y lo alienado, y la constante búsqueda de un amor imposible de encontrar.
En las secuencias musicales los personajes recorren los espacios de manera distinta, desafiando a la convención y la soledad. Los puentes se llenan de gente, los pasillos se transitan con malabares y también se pueden caminar de a dos, pegados. Cuando no hay musical, los espacios todo recorren con automatismo y los personajes, rodeados de una humedad gris, parecen convertirse en insectos perdidos.
Por supuesto, en la clase nos referimos a Lee Kang Sheng y a su especial vínculo con Tsai Ming Liang e hicimos el paralelismo obligado con Truffaut y Antoine Doinel. Y también nos animamos a pensar en el sórdido final como una suerte de cierre esperanzador, donde se hace presente el romanticismo, aun dentro de una estética tan apática. En definitiva, en un contexto de tanta alienación, hay dos personajes que, pase lo que pase, deciden acabar literalmente juntos. Es lo que hay, dirán, pero a veces lo que hay puede ser mucho más de lo que esperábamos.
