Asakusa Kid

Por Marcos Rodríguez

Japón, 2021, 122′
Dirigida por Hitori Gekidan
Con Yûya YagiraMugi KadowakiMorio KazamaHiroyuke OnoueHonami SuzukiNobuyuki TsuchiyaYo Oizumi

Dulces sueños

En más de un sentido, Takeshi Kitano es un misterio para nosotros. En cierta forma se podría decir lo mismo de cualquier gran director pero en cierta forma no: Tarkovsky, Becker, Fellini, Hou Hsiao Hsien o Paul Thomas Anderson son directores maravillosos pero no son, como lo es Kitano, inesperados. Van más allá de todo, pero tienen un sendero.

En cierta forma, podía pensar que el misterio de Kitano tenía que ver con, digamos, la lejanía: desde acá, Japón nos queda lejos y eso supone kilómetros infinitos de ignorancia que podemos hacer como que no existen pero que no podremos superar. La carrera de Kitano como director empieza con una de mafiosos y volverá a ellos una y otra vez (y, notoriamente, en los últimos años, con el tono más extra seco que haya visto su cine) pero sabíamos, los que nos interesamos por él, que en realidad antes de encarnar yakuzas, Takeshi Kitano fue Beat Takeshi, una mega estrella de la televisión japonesa, comediante y presentador de programas de concursos. A pesar de que la comedia no es ajena a su cine como director (siempre como un tono desestabilizante, pero también en películas como “Getting Any?”), resultaba un tanto extraño (y por eso atractivo) imaginar al asesino cara de piedra haciendo stand-up o gritando alrededor de hongos gigantes de gomaespuma. Pero, dicen las fuentes, así fue.

De pronto, apareció “Asakusa Kid”, una película basada en las memorias del propio Kitano, que narra sus inicios en la comedia, en el barrio de Asakusa, en un teatro de tetas en lo que al parecer fue el final de una época dorada de la comedia japonesa. Había llegado, creí, la oportunidad de esclarecer un poco el misterio: los propios japoneses iban a contar la historia de origen de ese contexto absolutamente desconocido que fue el inicio de la carrera de Takeshi Kitano. Por supuesto, me equivoqué: si lo que nos queda demasiado lejos nos resulta misterioso, no es menos cierto que lo inmediato, por inmediato, no lo es menos: “Asakusa Kid” habla de los inicios de la estrella de manzai, pero no tiene nada para decir (y, de hecho, no lo dice) de Kitano como director de cine. Vemos cómo Kitano aprende a hacer comedia (y a bailar tap) y vemos también cómo llega al éxito en la televisión, y el relato termina ahí. No habrá esclarecimientos y revelaciones para el cinéfilo.

Por otro lado, si “Asakusa Kid” es la película hermosa que es, es precisamente porque no se preocupa por todo eso: lo que quiere contar no es el surgimiento misterioso del gran arte, sino un mundo específico, tan chiquito que apenas si sale del marco de un edificio en un barrio que tuvo épocas mejores. “Asakusa Kid” es la historia del surgimiento de Beat Takeshi pero sobre todo es la historia de la relación entre un pibe que limpiaba los pisos y manejaba el ascensor en un teatro desnudista y el gran y prestigioso maestro de la comedia que decide apadrinarlo.

En el centro de este relato está, por supuesto, el tema de la relación alumno-maestro, todo muy oriental, pero que en definitiva no es más que una variación de la relación con el padre. Takeshi lo dice en la película: dejó su familia y su pasado como estudiante de Ingeniería atrás para ir a Asakusa y aprender a ser comediante. En Asakusa encontró un nuevo padre, el Maestro Senzaburo Fukami, quien le fue enseñando a ser lo que él quería ser. Finalmente, para poder crecer y encontrar su camino, Kitano tendrá que traicionar al padre y salir al mundo, romper con todo otra vez y encontrar su lugar. Sabemos que Kitano encontró su lugar (tanto como director y como comediante de televisión), pero la veracidad de la historia es casi irrelevante: si “Asakusa Kid” logra conmovernos es porque construye sus personajes con precisión, porque desarrolla sus vínculos y nos permite vivir ese ambiente que podría resultar extraño pero al que entramos con la mayor naturalidad.

Particularmente conmovedor es el vínculo que se establece entre Kitano y su maestro y, sobre todo, todo lo que no llega a decirse en él: hombre recio, hombre serio (que se toma la comedia muy en serio), siempre preocupado por las apariencias, Fukami no llega a decir nunca lo que sabemos que dicen sus gestos. Por ejemplo, nunca dirá que sabe que sus discípulos están muertos de hambre y que por eso los va a invitar a comer, para que tengan un plato decente para cenar, sino que (y esto lo vemos de forma explícita) los espía por la ventana hasta ver que están volviendo a la casa y en ese momento (con traje y sombrero impecables) finge cruzárselos de casualidad en la calle justo cuando iba camino al restaurante.

Algo se pierde y resulta un tanto misterioso, sin embargo, en el tratamiento que hace la película sobre los diferentes estilos de comedia que manejan el maestro y su discípulo: Fukami está lleno de sabiduría cómica (frases filosóficas sobre usar zapatos de mujer en público, “que el público no se ría de vos, vos hacelos reír”) y de rigor en su trabajo y en su puesta en escena, y eso es lo que se esfuerza por transmitirle a su discípulo. Sin embargo, Kitano, que es joven y ambicioso, se da cuenta de que esa forma de la comedia está muerta y que el futuro es el manzai (por lo que se ve, algo así como un stand-up de a dos, a gran velocidad) y la televisión: esa es su traición. Cuando le dice a su maestro que va a hacer eso, este le grita y lo destierra. Hay algo de la pureza traicionada que resonará en cualquiera pero, a la vez, no deja de ser sorprendente para el espectador ajeno que esa fuente de tradición y rigor de comedia que representa el maestro sea, en realidad, sketches de relleno que se representan entre números de striptease. Lejos estamos de cualquier sabiduría milenaria y, sin embargo, se trata siempre de un saber hacer.

“Asakusa Kid” está lejos del gran cine de Takeshi Kitano, pero aun así está lleno de corazón. Alcanza y sobra para hacer cine.

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